7.- LOS VALORES QUE ME MUEVEN

- 7 - LOS VALORES QUE ME MUEVEN: VIVIR EL TERCER NIVEL

Víktor Frankl habla de tres tipos de valores que se hacen presentes en la existencia humana, la sostienen y la impulsan:


a) Los valores de creación: La fecundidad, la creatividad, todo lo que el hombre puede producir, todo lo que puede aportar, todo lo que puede dejar a los demás tras su paso por esta tierra. A esto nos referimos en el punto anterior.

b) Los valores de vivencia: La capacidad de disfrutar lo que la vida ofrece, la receptividad y la apertura ante todo lo bueno que se puede gozar.

c) Los valores de actitud: Son valores morales, estéticos y espirituales que pueden estar presentes cuando la persona ha fracasado o está limitada y no puede sentirse fecunda; o también cuando no puede gozar, alegrarse o disfrutar, a causa de los límites y el dolor que está soportando.



La realización de este tercer tipo de valores "consiste precisamente en la actitud que un hombre adopte ante una limitación de su vida. Este modo de comportarse ante la limitación de sus posibilidades abre ante él un reino nuevo de valores, que deben contarse incluso entre los más altos. Una existencia al parecer empobrecida -pobre en valores de creación y de vivencia puede ofrecer, a pesar de todo, una ulterior y más grande posibilidad de realización de valores" (21)
.
Estos valores se manifiestan "en aquellas circunstancias en que la persona, ante un hecho de apariencia absurdo, acepta la cuota de sacrificio que se requiere de ella, adoptando una actitud paradójicamente generadora de vida" (22).



Pero el desarrollo de estos valores morales, estéticos y espirituales más altos se entorpece cuando el hombre coloca en primer lugar la "autorrealización", que es un modo de seguir centrado en uno mismo. Para Frankl, la clave está en comprometerse con valores que trascienden a la propia persona, salir de uno mismo y mirar la propia vida como referida a esos valores que la cautivan.

La autorrealización ocurrirá como un efecto de esta preocupación por realizar determinados valores que nos parecen más importantes que nuestro propio bienestar y que todos nuestros éxitos.



El éxito y los placeres variados no liberan al hombre del vacío y el miedo si no hay un sentido más alto en su vida. En cambio el dolor tiene secretos que no florecen en el placer ni en el éxito.

Es más, el éxito puede envenenarnos y carcomernos detrás de su apariencia de plenitud.


Muchas veces, después del primer momento de gloria, nos vuelve indiferentes ante los demás, molestos por la presencia de los seres "inferiores" a nosotros, insatisfechos y críticos frente a todo porque nos parece que siempre somos dignos de más. Es como si el éxito frecuentemente nos aislara del mundo en lugar de conectarnos con él.

Esto no implica necesariamente renunciar a la fecundidad o al placer mientras sean posibles, sino, por ejemplo, que la fecundidad sea vivida más en función del bien de los demás que en función del propio éxito (realizando el valor de la fraternidad) . O que el placer sea vivido en comunión con los demás y en gratitud ante Dios que lo concede (realizando un valor de apertura al hermano y un valor de receptividad religiosa) .

Pero la apertura a los valores supremos se hace más necesaria todavía cuando el hombre debe sostenerse en medio del fracaso, el límite o un dolor difícil de soportar. y para eso hay que prepararse, si uno no quiere exponerse a un tremendo sufrimiento y a una vida sin estímulo y sin sentido.


Hay cosas dolorosas que posiblemente sucedan: que mueran algunos seres queridos, que algo en mi vida fracase o se termine, que yo me enferme, que envejezca, y; evidentemente, que yo me muera. (23).

Aceptar la posibilidad real de algunas grandes angustias, y de la muerte misma, es asumir que podamos estar llamados a un nivel mucho más alto de la vida del espíritu, a la posibilidad de lograr un alto grado de trascendencia de los límites mundanos en un gesto supremo de amor:

"La experiencia de la eternidad, la experiencia de que el espíritu es más que una parte de este mundo temporal, la experiencia de que el sentido del hombre no se agota en el sentido de dicha de este mundo, la experiencia del riesgo y de la atrevida confianza que no tiene ya ningún fundamento visible, deducido del éxito de este mundo" (24).

La misma muerte, tan temida, puede ser transformada en una expresión de amor, más aún en la máxima manifestación del amor que es el martirio (entregar la vida por amor a Cristo).

Por lo tanto eso mismo puede suceder con cualquier sufrimiento, que no siendo ni deseado ni deseable se transforma en la ocasión para que el amor manifieste su grandeza y su verdad.


Cualquiera que sea capaz de amar con un poco de sinceridad y generosidad es capaz de entender esto, como una madre que arriesga su vida por salvar a su hijo; porque todo el que ama de verdad sabe con certeza que el amor vale más que la vida.


Por eso mismo, cualquiera que ame de verdad a alguien sabe que el sufrimiento indeseable puede ser transformado en el lugar donde el valor del amor muestre toda su profundidad, cosa que sin ese dolor podría quedar oculta.
Las personas que han pasado por serias dificultades reconocen que el sufrimiento madura, que el dolor suele ser necesario para aprender a vivir. Si un joven crece demasiado encerrado en una burbuja protectora, es posible que se convierta en un ser débil, problemático y nostálgico, escasamente desarrollado en sus posibilidades más profundas:


"Quien nunca ha sufrido, nunca ha vivido. El que está cubierto de cicatrices, posee un ardor particular." (25).
Cuando uno tiene que enfrentar exigencias variadas, y logra aceptar serenamente en la presencia de Dios los sufrimientos que puedan llegar, entregándose por amor, le permite a sí mismo la posibilidad de alcanzar una profundidad insospechada en su encuentro con la vida misma y con Dios:
"Tenemos que aceptar la ruptura, la debilidad de nuestra comprensión, la revelación del misterio de Dios como totalmente distinto de nuestro modo de pensar... y hay que saber que el hombre no llega a vivir una experiencia verdaderamente profunda de la divinidad si no pasa, al menos en alguna ocasión, por esta prueba límite, si no se ve al borde del abismo de la tentación más agobiante, si no siente el vértigo del precipicio del más desesperado abandono, si no se encuentra absolutamente solo, en la cima de la soledad más radical" (26).
Suele suceder que las experiencias de profundo dolor abren el recipiente interior para poder recibir un grado mayor de vida, de intensidad, de sabiduría. Nos despiertan de un cierto adormecimiento que nos atonta cuando nos dejamos embelesar y engañar por los atractivos de lo que se compra y se vende, por la apariencia, por el prestigio social. y nos despiertan sobre todo cuando se trata de experiencias especialmente duras que en cierto modo nos obligan a mirar de frente lo que nunca quisimos ver.


Pero estos tragos amargos se viven de una manera diferente si uno está habituado a aceptar y asumir con amor las pequeñas amarguras cotidianas y deja de vivir a la defensiva, pendiente exclusivamente de su confort o de la satisfacción de su ego.

En cambio, las grandes amarguras se hacen más crudas si uno no quiere aceptar con realismo y sinceridad que "la vida de todos los días en el mundo tiene su secreta mística y su silencioso martirio" (27)


Cada simple entrega y cada pequeña renuncia, libremente aceptada por amor, produce una mayor simplificación y unificación de la vida.


En cada una de esas molestias y límites está Dios pidiendo más, pero, por eso mismo, está Dios ofreciendo más.

Entonces, no se trata de estar pendientes de un posible gran sufrimiento, e internarse así en una nube de angustia y de temor por lo que pueda pasar, sino de vivir plenamente el presente, tratando de alcanzar algún valor atractivo sobre todo el amor y asumiendo libremente y con serena confianza los límites que nos toquen.



Porque hay una clave que hay que recordar frecuentemente: No hay mejor manera de prepararse para el futuro para los gozos, las posibilidades o las dificultades que puedan llegar que vivir intensamente el momento presente en el amor, haciendo y viviendo lo que nos toque con amor.

En el amor maduro no hay temor (1 Jn 4,18). Por el contrario, no hay mejor manera de debilitarse y hacerse indefenso ante el futuro que dejar de vivir intensamente el presente por una previsión excesiva de! futuro.



Creo que esto es en el fondo lo que quería decir S. Kierkegaard cuando sostenía que "quien aprendió a sentir miedo o angustia de una forma correcta ha aprendido lo más importante de todo" (28). Siempre habrá cosas que nos despierten temor, pero hay que colocar ese temor en su lugar y no permitir que nos domine, que nos limite, que nos quite el entusiasmo, que se convierta en el dueño de nuestras ilusiones.

¿Hay algo del futuro que te preocupa? Prepárate para enfrentarlo viviendo con ganas el presente en el amor y en unión con Dios, cultivando algo bello que esté más allá de ti. Así te harás fuerte para enfrentar lo que venga. y si viene una alegría, estarás fuerte para disfrutarla mejor todavía.



De cualquier manera, cada vez que experimentemos un nuevo límite, seguramente aparecerá en nuestro corazón un pequeño brote de rebeldía. Es inevitable que así sea, porque nuestro corazón siente un impulso hacia una plenitud ilimitada.

Pero debe aceptar que sólo en Dios encontrará ese espacio sin confines ni limitaciones que anhela tan profundamente. Esto no lo frena en su búsqueda responsable y activa de una solución sino que lo fortalece, le da esperanzas, y coloca su preocupación en el contexto más amplio de su dignidad humana:

"Si nos rebelamos es porque de algún modo tenemos la persuasión de no ser solamente un cuerpo que crece o muere; sentimos en nosotros una fuerza que sobrepasa el límite, una urgencia de inmortalidad que a pesar de todo se convierte en valentía para luchar y encontrar todavía una solución... La enfermedad debilita, turba y desequilibra la vida del hombre. pero también se convierte en la maestra que llama al hombre a su verdad completa" (29).
Estamos hablando entonces de uno de los secretos más importantes para mitigar el dolor: descubrir que esa molestia es solamente una parte de mi experiencia humana, que yo soy más que este dolor. que la vida es más amplia que este dolor, que hay muchos valores que siguen teniendo sentido aun en medio de este dolor: la belleza, la verdad. la dignidad. la tolerancia. la comprensión. la sabiduría. la paciencia. la amabilidad. la amistad. el perdón. la auto aceptación. el respeto. la intimidad. la comunicación. la sinceridad. la disponibilidad. la gratitud, la transparencia. la esperanza. la fe. la humildad, etc.

Yo puedo hacer crecer mi vida en estos u otros valores, y así el lugar del sufrimiento podrá ir disminuyendo al ubicarse en un contexto más rico y variado de valores que lo superan. Tengo muchas posibilidades en las que puedo madurar y desarrollarme. hay una "salud integral" que puedo promover en mí en medio de un sufrimiento. Con esa esperanza, la importancia relativa del dolor y los límites se hace más pequeña:
"Fortalecer la esperanza no significa ignorar las carencias. sino tener confianza en que las tendencias negativas se podrán superar a través de la potenciación del bien". (30)
Esta maduración, esta dinámica de crecimiento y de ahondamiento que produce el dolor. se hace realidad si renunciamos a ese permanente intento de evadirnos y nos decidimos a enfrentar. en soledad frente al misterio, la llamada del dolor hacia un alto valor que todavía no hemos valorado ni desarrollado:

"El sufrimiento es una convocatoria a pensar que se vive y a vivir que se piensa.
Una llamada a la autenticidad. Fíjate, eres tú, y debes quitarte las vanas cáscaras de tus bienes y tareas, de tus éxitos, de tus envidias, de tus competencias, y de tanta guerra diaria. Huye. Huye de tanto ruido" (31).

Camino personal 7
Te propongo ahora que mires tu vida con total sinceridad, sin ocultar ni disfrazar nada, y que hagas dos listas:
1 .- Una lista donde digas los motivos por los cuales has vivido hasta ahora, las cosas que realmente has estado buscando en la vida, lo que has querido conseguir cada día desde que te has levantado por la mañana: ¿Placer, proyectos placenteros, sexo, afectos, la admiración de los demás, ser tenido en cuenta, acumular dinero y cosas, sentirte bien, obtener premios o reconocimientos sociales, vivir tranquilo y que nadie te moleste?


2 .- Ahora confecciona otra lista con otros valores humanos y espirituales que vayan más allá del placer, el poder y la fama. Cosas que admiras en otras personas, héroes, santos, modelos de la humanidad.
Y ahora pregúntate: ¿Cuáles de todos estos valores, de cualquiera de las dos listas, puede ser vivido y desarrollado con entusiasmo en medio de un dolor, de una molestia? Entonces ¿no será mejor que en medio de tus sufrimientos aprendas a buscar y desarrollar esos valores, para que tu vida no se quede sin sentido?

NOTAS.











(21) V. FRANKL, Psicoanálisis y existencialismo, México 1970, 60
(22) G. DE MEZERVILLE, Madurez religiosa y sacerdotal [ Bogotá 2001, 29.
(23) La siguiente reflexión de este punto está tomada parcialmente del último capítulo de V M. FERNÁNDEZ, Actividad, espiritualidad y descanso, San Pablo. Madrid 2001, 173-189.
(24) K. RAHNER, Sobre la experiencia de la gracia, en Escritos de teología III, Cristiandad, Madrid 1961, 105.
(25) E.KUBLER-ROSS Sufrimiento comercializado y sufrimiento escondido, Concilium 119 (1976) 339
(26) c. M. MARTINI, Las confesiones de Pedro, Verbo Divino, Estella 1994. 72, 76.
(27) J MOLTMANN, Experiencias de Dios, Sígueme, Salamanca 1983, 114-115,
(28) S, KJERKEGMRD, Der Begriff der Angst, Hamburgo 1960, 141 (trad, esp" El concepto de la angustia, Orbis, Barcelona 1984),
(29) G. Basadona,a,c 125
(30) A. Pangrazzi,o,c,56
(31) J. Barylko,o,c,7