6.- CARISMA DE DISCERNIMIENTO

LOS CARISMAS DEL ESPÍRITU AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN.

6.- Carisma de Discernimiento
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1.- Cuando vamos al médico.  ¿Os gustan las películas de detectives?

2.- Introducción.

Estamos viendo los carismas del Espíritu: La alabanza, lenguas, conocimiento, sabiduría, profecía y fe. Mi pregunta: ¿Estaría bueno o es necesario que estos carismas tengan discernimiento?

Las ideas claras nos ayudan a comprender las cosas y a profundizar y crecer en ellas. En un mundo tan complejo como el nuestro el discernimiento es imprescindible. Una idea clara sobre ella nos evitará obscuridades en el desarrollo de nuestras ref1exiones. El discernimiento se aplica tanto al mundo de lo material y visible como al mundo de lo espiritual e invisible.

Si comprendemos la dificultad que hay en el discernimiento de las cosas materiales, las dudas que tenemos antes de tomar una decisión, es lógico que haya mayor dificultad al discernir sobre temas espirituales. Como a nosotros nos interesa, en estos momentos, el discernimiento de espíritus, es ahí en donde debemos tener la mayor preocupación de conocerlo y para practicarlo con eficacia;  en ello nos viene el mayor bien para nuestra alma y también para ayudar a los demás. Es un carisma de la mayor importancia; diría más: es un carisma imprescindible si nos sentimos cristianos evangelizadores ¡Qué útil es para toda persona que quiere vivir según el Espíritu y para aquel que quiere servir a los demás en el orden espiritual!

Vamos, pues a estudiar ahora con detención el carisma del discernimiento. Pero antes hay que conocer qué es el discernimiento y la diversidad de discernimientos que hay. El tema es muy delicado pero por suerte, para todo ello disponemos de muchos textos muy calificados y que nos van a ayudar. Cito, por ejemplo, el libro de Monseñor De la Rosa, “Discernimiento de espíritus” que se vende en nuestra Renovación Carismática y que aconsejo tenerlo y estudiarlo.

Dentro de la complexidad del tema, intentaremos presentarlo de la manera más sencilla y fácil de entender y recordar. Será como un pequeño resumen de lo que ya está escrito.

3.- Discernimiento.

Discernir, según el diccionario, es” distinguir una cosa de otra”. Discernimiento, será, pues, “el acto de la mente por la cual nosotros conocemos la diferencia que hay entre varias cosas”. Como ya hemos dicho, el mundo de hoy es muy complejo y hay que estar continuamente discerniendo entre tantas cosas y hechos que se nos presentan. El discernimiento se aplica de la misma manera al mundo de lo material y visible como al mundo de lo espiritual e invisible.

A nosotros nos interesa, en este momento, a esta segunda manera, que tal vez sea la más difícil.  El hombre estuvo creado para ver directamente a Dios y para tener claras las cosas. El pecado desvirtuó este proceso y se encuentra entre dos fuerzas contrarias: la del espíritu de Dios que desea llevarlo a la felicidad y la del espíritu del mal, enemigo de Dios que trata apartarlo del verdadero camino. “El discernimiento de espíritus es un conocimiento íntimo que nos hace distinguir y diferenciar si las inspiraciones o impulsos que experimentamos provienen del espíritu de Dios o del espíritu malo”.

A estos espíritus hay que añadir el espíritu humano, es decir, nuestro yo, que viciado por el pecado, se alía fácilmente con el espíritu del mal.

“Los frutos desordenados del hombre son la búsqueda de honras y glorias, el afán de riquezas y poder y el apetito de placeres y comodidades. Si nos detenemos a reflexionar sobre las tres ansias, veremos que ellas encierran y resumen muchas cosas. Son ellas un ¡no! categórico al espíritu de Evangelio. Un ¡no! al espíritu de servicio, de pobreza y desprendimiento; un ¡no! a la cruz y su mensaje. Cuando una predicación, por ejemplo, está movida por un deseo de ser honrado y alabado, en lugar de dejarse mover por Dios para ser un instrumento en manos suyas en servicio de los demás, no dejará paz esa predicación ni en el predicador ni en los oyentes. Todos quedarán vacíos, aunque sean verdades muy bíblicas las que se anuncien. Detrás de ellas no se movía el espíritu bueno de Dios, sino el espíritu malo y desordenado, que en este caso, era del hombre”. (Mons. De La Rosa)

El discernimiento tendrá que esforzarse para averiguar bien toda moción o impulso que sienta el hombre, porque el mal se reviste de ángel de luz; el demonio no se nos presenta tal cual es; siempre viene con engaño porque es el padre de la mentira.

Son, pues, tres campos sobre los que trabaja el discernimiento de espíritus: el espíritu de Dios, el espíritu del mal y el espíritu humano.

4.- Caminos de discernimiento.

Tenemos dos caminos para el discernimiento de espíritus: uno es adquirido y el otro es infuso. Tenemos el arte de discernir, el cual se aprende, y el carisma de discernimiento, que es regalo del Espíritu.

a) El arte de discernir es la capacidad de percibir, conocer a través de la propia experiencia o ajena lo que viene de un espíritu o de otro. Es una habilidad especial para examinar los principios y los efectos de los diversos movimientos del alma, contrastándolo con las reglas que el Espíritu Santo nos da en la Palabra de Dios y en la tradición cristiana.

b)  El carisma de discernimiento es una gracia extraordinaria y  gratuita que Dios da a una persona, como un instinto sobrenatural, para conocer, en forma inmediata y segura, de qué espíritu vienen los pensamientos o movimientos que tiene una persona o grupo.
En el carisma de discernimiento destacan dos ideas claves:

“Es una Luz de Dios. Una iluminación súbita de la inteligencia. En el discernimiento natural u ordinario se va haciendo la luz progresivamente, como en un suave amanecer. En cambio, en el discernimiento como don sobrenatural, como carisma, se trata de una luz súbita, de una iluminación que proviene del Espíritu Santo, como regalo suyo. Equivale a un conocimiento infuso, como contraposición al conocimiento adquirido. Es algo que no ha pasado por los sentidos, sino que ha sido infundido directamente por el Espíritu Santo en la inteligencia humana”.

“Es un instinto sobrenatural por el que se percibe intuitivamente lo que sucede. No se regala para provecho del que discierne sino de la comunidad. Equivale a un olfato divino para rastrear el Plan de Dios, sobre una persona o una comunidad. María de Nazaret tuvo este olfato sobrenatural, cuando el ángel vino a anunciarle el Proyecto de Dios. (Lc. 1,26-38)”. (P. David Gascón)

El camino normal del discernimiento de espíritus es el del arte de discernir. El camino del carisma viene cuando, agotado el del arte, no tenemos salida a una situación; el Señor viene en nuestra ayuda y nos regala una claridad en el tema. Con todo, hay que saber que actuando con el arte de discernir nos podemos equivocar; con el carismático, es muy seguro y si realmente viene del Espíritu, es infalible.

5.- El arte de discernimiento.

¿Nos damos cuenta de la importancia que tiene para no errar en los caminos del Señor el poseer el arte de discernimiento? Como arte, todos sabemos que se puede adquirir y si se trata del arte de discernimiento debemos tener muy en cuenta que  se debe adquirir para tomar cualquier decisión. “El aprendizaje del arte de discernir es un camino a realizar.  ¡Dichosos aquellos que están dispuestos a realizarlo! ¡Qué distinta será su vida y qué bien podrán orientar a los demás! Yo no me atrevería a poner a nadie a dirigir un grupo o cualquier labor social si no está iniciado en el discernimiento y si no está dispuesto a seguirlo aprendiendo con humildad, perseverancia y con ayuda de otros”. (Monseñor De La Rosa)

Es lo que voy a desarrollar a continuación, presentando los principales medios que hay que aprender y adquirir.

a)    La oración. Hemos recalcado siempre en la necesidad de la oración en la vida normal de todo cristiano. Pero cuando se trata de estar atentos a la voz del Señor, lo estamos repitiendo, ella es imprescindible. Debe haber una oración de intimidad con el Señor, de oración permanente en medio del trabajo, de oración contemplativa. Las cosas del espíritu de Dios las capta mejor una persona espiritual, una persona que vive cerca de Dios y en unión con Dios. Una persona espiritual, por el contrario, le repele todo aquello que no viene del Espíritu de Dios y está muy sensibilizada por aquello que no vive.
Imagen: Una mancha en un vestido blanco, se ve de inmediato; en un vestido opaco u obscuro, las manchas pasan desapercibidas.

b)    La Experiencia. Tanto la nuestra como en los demás. Toda persona espiritual siente toda la lucha interior para mantenerse unida al Señor; y esa lucha le va dando experiencia de sus propios impulsos y de donde vienen por los resultados. Es el “combate espiritual, del que nos habla S. Pablo (Efesios 6, 10-18) que no es contra la carne y la sangre, sino contra los espíritus del mal”.  La observación continua de lo que está pasando en nuestro interior es la primera escuela práctica de discernimiento. Y si además, vamos observando lo que pasa en los demás mientras ejercemos el ministerio, tendremos una verdadera fuente de conocimientos.

Enriquece mucho la experiencia el discernimiento comunitario. Me atrevería a afirmar que no crece en el arte del discernimiento, más aún todavía, quien no somete su experiencia a las orientaciones del magisterio de la Iglesia, de un buen director espiritual o, al menos, de su comunidad”. (Monseñor De La Rosa)

c)   El estudio y la formación. “La ignorancia no es luz, sino oscuridad y tinieblas”, nos dice Monseñor De la Rosa. Y cuantas veces no nos damos cuenta de ello y no le damos importancia; nos cuesta comprar libros sobre la materia, asistir a retiros, cursos para la debida formación. Necesitamos adquirir conocimientos de la Biblia, de la doctrina de la fe y de la moral cristiana, de los caminos de la vida espiritual, estudiando a los maestros que la tradición cristiana nos presenta y que han vivido estos mismos caminos. Ciertas expresiones, como “Jesús no es el Mesías” o “Dios quiere que mate”, etc. de inmediato discerniremos que no son de Dios, son puras herejías, porque van contra la doctrina de la Iglesia. Para discernir esto no es necesario el arte o el carisma de discernimiento. Simplemente es necesario tener conocimientos de la verdadera doctrina. En realidad, por aquí debe comenzar la formación del discernimiento: adquiriendo la ciencia debida, superando las ignorancias.

d)  La pureza de conciencia. “Dichosos los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mateo 5, 8). Un corazón puro ve las cosas de Dios; un corazón humilde atrae la intervención de Dios. Por el contrario,  un corazón turbio y manchado, dominado por las pasiones, por el orgullo, la soberbia difícilmente verá las cosas de Dios. Con unas gafas sucias, no podemos caminar ni ver con nitidez los objetos. Es mala consejera de la intercesión la autosuficiencia que impide consultar a otros; el juicio simplemente humano; la precipitación en la emisión de los juicios.

e)  El gusto espiritual. Un obispo griego Diadoco de Foticé, en el siglo IV, nos dice: “El discernimiento de espíritu se adquiere por el gusto espiritual”. Gusto espiritual que nos viene desde un corazón en paz, de una vida desprendida de inútiles preocupaciones, de una buena salud espiritual; es por donde nuestro espíritu tiene una sensibilidad para las cosas de Dios que hace discernir lo bueno de lo malo. De la misma manera que, cuando estamos sanos, por el sentido corporal del gusto discernimos perfectamente sobre las buenas comidas y sobre las malas. Estando enfermos, toda comida nos parece desabrida y sin gusto.

6.- Reglas de discernimiento.

Hemos visto cómo se aprende el arte de discernir. Veamos ahora unas reglas que nos dan pautas para el discernimiento. Son criterios para detectar si las inspiraciones vienen o no del Espíritu Santo.

La gran regla de discernimiento nos la da Jesús: Por los frutos se conoce el árbol. “Todo árbol bueno da frutos buenos, pero el árbol malo da frutos malos. Un árbol bueno no puede dar frutos malos, ni un árbol malo producir frutos buenos” (Mateo 7, 16-20)

S. Pablo, en la carta a los Gálatas (6, 16-26), nos señala los frutos del Espíritu de Dios y los del espíritu del mal.

Frutos del espíritu de Dios.   “Los frutos del Espíritu son: amor, alegría, paz, generosidad, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, continencia.  Si vivimos por el Espíritu, dejémonos conducir por el Espíritu.  No busquemos la vanagloria, provocándonos mutuamente y teniendo envidia unos a otros”. (22-23)

Frutos del espíritu del mal. Lujuria, impureza, desenfreno,  idolatría, supersticiones, enemistades, disputas, celos, iras, litigios, divisiones, partidismos,  envidias, homicidios, borracheras, comilonas y cosas semejantes a éstas” (19-21)

Frutos del espíritu humano. Los frutos desordenados del hombre son la búsqueda de honras y gloria, el afán de riqueza y poder, y el apetito de placeres y comodidades. De suyo son tres valores útiles en la existencia humana, pero cuando son desmedidos y sin control pueden terminar en idolatrías.

No vamos a detenernos en cada uno de esos frutos pues ya los conocemos. Pero sí debemos tener claro que cuando se nos presente en nuestro ministerio cualquiera de esos frutos nosotros podremos saber si vienen de uno o de otro espíritu. No es que debamos tener la certeza sobre ello, porque se nos pueden presentar en forma de ángeles de luz. No son recetas de laboratorio que debidamente elaboradas dan resultados seguros y ciertos. A veces habrá que verificar una con otra. Así, una alegría falsa será descubierta al no dejar la paz; a la paz falsa le faltará el amor, la humildad.

Debemos tener siempre presente, también, las reglas de discernimiento que nos dan S. Ignacio de Loyola y Sta. Teresa de Jesús.

Pero la falta de seguridad en nuestro discernimiento no debe inquietarnos; toda decisión humana corre el riesgo de inseguridad. Si nosotros ponemos nuestra parte, el Señor vendrá en nuestra ayuda para que realicemos su voluntad.

Sepamos entender, que “en la medida que vayamos creciendo en la vida del espíritu, se irá desarrollando en nosotros una como intuición hacia la acción de Dios en el hombre, que nos facilitará cada vez más y más el verdadero discernimiento de espíritus”.

El discernimiento no solo se da entre una cosa buena y otra mala; puede darse entre cosas buenas o que pueden ser verdaderas, para escoger aquella que Dios quiere en ese momento.

7.- Necesidad del discernimiento.

No puedo terminar sin hacer resaltar la necesidad enorme que tenemos de estar preparados en el discernimiento. Pablo tuvo la triste experiencia de una comunidad, la de Corintio que tenía todos los carismas, excepto el de Discernimiento, y crecieron entre ellos todos los problemas y dificultades. Tuvo que visitarles varias veces. Les escribió tres cartas, aunque una se perdió desgraciadamente. Pero hubiesen necesitado una carta diaria, al no tener dirigentes con discernimiento.

 “Queridos, no os fiéis de cualquier espíritu, sino examinad si los espíritus vienen de Dios, pues muchos falsos profetas han salido al mundo. (Juan 4, 1-6)

 “No extingáis el Espíritu; no despreciéis la profecías; examinadlo todo y quedaos con lo bueno.  Absteneos de todo género de mal”. (Tesalonicenses 5, 19-21)

Un ejemplo a seguir: Pablo. Es un hombre con discernimiento en plena actividad.

“Continuamente S. Pablo debe probar, sopesar, apreciar, discernir, reconocer, rechazar... Lo primero que trata de discernir es su propio ministerio: ¿a qué región o ciudad debe llevar el Evangelio? Constantemente le llegan problemas de las comunidades fundadas por él y que debe buscar soluciones: rivalidades, malas conductas, la circuncisión, falsificaciones del Evangelio, desórdenes en la Eucaristía, exuberancia de carismas... No puede atender a todos y necesita "hombres probados": Timoteo, Silvano. No ignora que Satanás se disfraza de ángel de luz (2a Cor. 2,11; 11,14). La aportación de Pablo al Discernimiento Cristiano han sido, a través de sus cartas, grandes textos que nunca se podrán olvidar”.

Nosotros necesitamos estar discerniendo continuamente ante tantos falsos profetas que se nos presentan cada día; ante tantas situaciones no cristianas que se nos ofrecen, etc.

8.- A modo de resumen.

a)  Dada nuestra condición de pecadores y la complejidad del mundo y de todo lo que nos rodea, es necesario el discernimiento en nuestra vida. Es uno de los dones más necesarios en nuestra Renovación para evitar desvíos o enfoques torcidos.

b)     Siempre tendremos que determinar cual es el origen de las cosas que nos suceden, de los impulsos tanto exteriores como interiores: ¿Serán de Dios? ¿Serán de nuestra naturaleza? ¿Serán del espíritu del mal?

c)     Este discernimiento lo tendremos que hacer sobre cosas que nos suceden a nosotros o a un hermano: discernimiento personal. Sobre acontecimientos que afecten al grupo, a la comunidad: discernimiento comunitario. Si afectan a parte de la Iglesia o a toda la Iglesia: discernimiento eclesial.

d)    Para actuar con discernimiento nos tendremos que preparar, formarnos en el arte de discernimiento y cuando ese discernimiento no alcance, el Señor vendrá en nuestra ayuda y nos dará el carisma de discernimiento que es para momentos puntuales.

e)     Usar las reglas de discernimiento; la principal: Por los frutos se conoce el árbol. Sería bueno estudiar las 22 reglas que S. Ignacio de Loyola da en sus Ejercicios espirituales, para entrenarse en el arte del discernimiento. Igualmente estudiar las reglas que da Santa Teresa de Jesús, la otra gran maestra de discernimiento.

f)     Una vez hayamos dado un discernimiento someterlo a discernimiento. Debe manifestar sumisión a la Palabra de Dios; sumisión a la comunidad y a la Iglesia; sumisión a los acontecimientos; estar en paz.

g)   Resumiendo: Las dos grandes premisas, para que el Espíritu siga hoy dándonos la "Luz de Dios" y "El Olfato Divino", según las Escrituras, son la oración y la humildad”.

9.- Conclusión.
Concluyo, pues, con unas palabras de Mons. De La Rosa:

“El discernimiento es un arte o carisma indispensable en la vida del cristiano. Sobre todo si ese cristiano está al frente de un grupo y es su servidor, porque muchos dependen de él. San Pablo nos recuerda que "el hombre espiritual lo juzga todo"  es decir "lo discierne todo" (1 Cor. 2: 15). Una misma frase bíblica que de suyo es buena y verdadera, puede ser dicha por el espíritu de Dios, puede ser empleada por el maligno y puede ser utilizada por el hombre para sus propios fines. Los versículos 11 y 12 del Salmo 91 fueron dichos por Dios a través del Rey-Profeta, David y fueron empleados por Satanás para tentar al mismo Cristo (Mateo 4: 5-6). Es necesario discernir, discernirlo todo y siempre. Discernir los carismas para ver si son auténticos o no, discernir nuestra labor social o liberadora, discernir los sueños, visiones o revelaciones, discernir nuestra propia oración y predicación, discernir lo ordinario y lo extraordinario. Todo eso es bueno y puede venir de Dios y del hombre rectamente ordenado”.

Desafío:
¿Deseas que el Espíritu trabaje en ti en bien propio y de tantos hermanos que te necesitan? Prepárate.

Oración.