LAS BIENAVENTURANZAS (I)

P. Vicente Borragán, O.P.

Deseamos hablar sobre las Bienaventuranzas. Desde niños las hemos oído proclamar. Pero, ¿qué evocan esas palabras en nosotros? ¿Un cierto disgusto? ¿Una denuncia de nuestras aspiraciones más secretas, de nuestros deseos más inconfesados? Lo cierto es que estas palabras de Jesús han influido en la historia humana más que todas las pronunciadas por los hijos de los hombres.

Escribir hoy de las bienaventuranzas puede parecer una osadía. En un mundo de ricos, de satisfechos, de guerras y horrores, de injusticias y violencias... hablar de pobreza, de mansedumbre, de misericordia, de paz, parece una apuesta por una causa perdida.


Bienaventurados



Un buen día, allá por el año 28 de nuestra era, Jesús iba seguido por una gran multitud. Subió a un monte y comenzó a enseñar. Sus labios destilaron palabras de vida y de felicidad: "Bienaventurados los pobres, los mansos, los que lloran, los que tienen hambre y sed, los misericordiosos, los limpios de corazón, los que trabajan por la paz, los perseguidos por causa de la justicia... de ellos es el reino de Dios, verán a Dios, serán los hijos de Dios". Desde aquel humilde cerro Jesús abrió ante nuestros ojos un reino sin fin ni confín y escribió "en nuestros corazones el canto del hombre nuevo".

Con ellas marcaba a los ciudadanos del reino de los cielos, invirtiendo de un modo paradójico todas las categorías y todos los valores de los hombres. Ninguna evaluación de la vida ha sido tan provocadora como la suya. Aquellos a quienes el mundo tiene por felices y dichosos, aquellos a quienes envidia, admira, imita, es decir, los ricos, los satisfechos, los que ríen, los violentos, los poderosos, no formarán parte del reino de los cielos a menos que sean rehechos por obra y gracia de la misericordia de Dios.

Así comenzó el evangelio. Con palabras de felicidad. Ese fue su punto de partida.

2. Las bienaventuranzas

Al tomar contacto con las bienaventuranzas nos encontramos con una doble sorpresa. La primera se refiere al número de bienaventuranzas pronunciadas por Jesús, la segunda en cuanto a su redacción y vocabulario. La diferencia más sensible entre los evangelistas está en el número: San Mateo contiene nueve bienaventuranzas (Mt 5,3-12), San Lucas sólo cuatro (Lc 6,20.23). Pero más notable todavía es la diferencia en el contenido. Lucas contempla situaciones realmente penosas en aquellos a quienes se dirigen estas palabras: habla de los pobres, de los que tienen hambre ahora, de los que lloran ahora, de los que son perseguidos. Mateo, por el contrario, contempla actitudes del alma cristiana, disposiciones del espíritu: habla de los pobres de espíritu, de los que tienen hambre y sed de justicia, de los perseguidos a causa de la justicia, de los misericordiosos etc. Una crítica literaria sencilla y sana puede mostrar con claridad que el tenor original de las bienaventuranzas, tal como salieron de los labios de Jesús, no debía contener los términos de espíritu, de justicia, por la justicia... San Mateo actualizó y explicitó el sentido de las palabras de Jesús, las adaptó a sus lectores. Tomó de otros contextos palabras de Jesús e hizo ese precioso complejo de bienaventuranzas, que han llegado hasta nosotros como una bendición.

Es el texto de San Mateo el que va a servir de base para este comentario a las bienaventuranzas.

.1. Las "bienaventuranzas": una forma de felicitación.

Comenzar una frase o sentencia con la palabra feliz, bienaventurado (en griego makarios, en hebreo asré) es bien conocido desde la antigüedad. En el Antiguo Testamento, asré aparece 45 veces, de las cuales 26 en el libro de los Salmos. Dios nunca es llamado bienaventurado; es él, por el contrario, el que da la felicidad, el que la comparte con los hombres. Los salmos cantan la dicha del hombre que acoge a Dios, que pone en él su confianza, que camina en su presencia, cuyo pecado ha sido perdonado. En el Nuevo Testamento, makarios aparece también con frecuencia. Además de las nueve bienaventuranzas de Mateo, el evangelio atribuye a Jesús otras 20 bienaventuranzas mas: "Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt 16,17); "Dichosos, más bien, los que oyen la palabra de Dios y la guardan" (Lc 11,28); "Feliz la que ha creído" (Lc 1,45) etc. Existen, además, otras 11 bienaventuranzas en el Nuevo Testamento, 7 de las cuales en el libro del Apocalipsis.

La bienaventuranza es una forma de felicitación. No se trata de un simple deseo, ni siquiera de una promesa para el futuro. Aquél que es llamado bienaventurado lo es ya desde el momento en que se le felicita. Puede ser que no sea consciente de su felicidad, puede ser que nunca llegue a serlo plenamente, pero él ya es feliz.

Las bienaventuranzas son un resumen del evangelio, de la buena noticia traída por Jesús. Son, ante todo y por encima de todo, un anuncio de felicidad. ¿Felices los pobres, los hambrientos, los que lloran, los que tienen hambre, los misericordiosos? ¿Somos felices nosotros? . Las bienaventuranzas nos obligan a plantearnos el problema de la felicidad. Jesús quiso que sus discípulos fuesen felices. Si no lo somos debemos preguntamos por qué no lo somos. Tendremos que revisar nuestro concepto de felicidad.

4. El hombre, un buscador de la felicidad.

Si en algo hemos coincidido los hombres de todos los tiempos ha sido en la búsqueda de la felicidad. La hemos rastreado por doquier. La mayoría de los hombres viven una vida gris, sin apenas un momento de resplandor. Pasan por la vida como una sombra, viven como pobres en un país de abundancia. Otros brillan unos instantes, la historia los recuerda, sus nombres aparecen en las plazas públicas. Pero su gloria la dejan aquí y, al final, su destino es igual que el de los humildes y desamparados. Probablemente, todos los hombres hemos sido inquietados por los mismos interrogantes: " ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo y a dónde voy? ¿Qué papel juego en el drama de la vida? ¿Termina todo con la muerte? ¿Soy un ser libre que pude escoger mi destino o una marioneta en manos de un ciego destino?" Cada uno sabe qué ansias o tristezas, qué esperanzas o desilusiones, qué estremecimiento o angustia suscita la respuesta que dé a cada uno de esos interrogantes.

Los hombres están buscando con pasión lo que puede ayudarles a resolver sus problemas. Pero después de tantos siglos de historia, sólo una cosa se impone con claridad: que el hombre no es feliz. La humanidad ha sido un campo de pruebas donde todo ha sido experimentado: las religiones, la filosofía, las ciencias, las artes, el poder, la riqueza, la sexualidad, el pasarla bien, el éxito, la fuerza. Pero, después de todos los ensayos, el hombre ha comprobado, con dolor, que cada día es más pobre y más débil, que su corazón no ha cambiado; que ni la fuerza ni la técnica pueden darle la felicidad que ansía. La felicidad que busca no está en nada de lo que él investiga o somete a prueba. Nada colma su sed y su ansia. Nada le llena. Ni la persona que más ama, ni el sueño que más ambiciona. Nada llega a la infinita profundidad de su espíritu. Y el corazón del hombre sigue inquieto y desasosegado, porque en ningún bien creado ha encontrado su reposo y su contento.

El fracaso de las ideologías para hacer feliz al hombre ha sido estrepitoso. El ser humano está como desgarrado en su interior, sin saber ya hacia donde dirigirse. La brújula de su felicidad está desquiciada, girando locamente. Necesita roturar nuevas sendas. ¿Es la felicidad una meta inalcanzable? Pero el hombre presiente que no ha podido ser embarcado en un viaje sin destino y que la naturaleza no ha podido inventar un deseo tan profundo y tan perseverante. Estamos programados para la felicidad. Aristóteles escribió que el hombre no puede vivir largo tiempo sin alegría. Entre la vida y la alegría existe una relación necesaria: "Enseñar que la única obligación en el mundo es la alegría" (Paul Claudel) . Nuestro corazón está cansado. Nos encontramos secos. "No veo nada, no sé nada. La fuente de la vida se ha congelado. Mi vida está rota. No hay ninguna mano que me ayude, ninguna palabra que me aliente, ninguna causa que me sostenga". Pero desde la oscuridad en que vivimos, desde lo que alguien ha llamado "el llanto de la criatura", nosotros podemos volver los ojos a Dios y esperar de él la felicidad que ansiamos. El cristianismo es una vocación a la dicha.

5. Una felicidad garantizada por Jesús

Los bienaventurados a quienes se dirige Jesús lo son porque tienen un futuro maravilloso ante ellos. Por eso ya desde ahora son felices. Es una felicidad todavía velada, pero ya anticipada por lo que un día llegará, por lo que ya está llegando a ellos: el reino de Dios, el amor del Señor, la filiación divina. Esa es la esperanza que hace saltar de dicha desde ahora y que transforma la vida entera.

Y son felices, en definitiva, porque la felicidad prometida está anclada en un hecho fundamental y, sobre todo, en la persona que pronunció aquellas palabras y se presentó ante el mundo como garante de ellas. ¿Quién ese hombre que se atrevió a decirnos dónde está la clave de la felicidad? Un día, Jesús caminaba con sus discípulos por los alrededores de la ciudad de Cesarea de Felipe, y, de pronto, les preguntó: " ¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre? ¿Quién dice la gente que soy yo?" Y los discípulos recogieron el parecer popular en torno a Jesús: Unos, respondieron, piensan que eres Elías, otros que Jeremías, otros que alguno de los profetas antiguos". Pero a Jesús no le importaba demasiado lo que corría de boca en boca. Y dirigiéndose a sus discípulos les preguntó: "y vosotros, ¿quién decís que soy yo? ¿Quién soy yo para vosotros? ¿Qué pensáis de mí?" Y Pedro respondió con estas palabras, que yo parafraseo con entera libertad: Tú, tú no eres lo que pareces. Tú no eres un carpintero, ni un profeta, ni el más grande de los profetas. Tú eres el Ungido de Dios, el Mesías esperado, el ansia de las naciones, la Palabra eterna salida de la boca del Padre y hecha hombre por nosotros, el Hijo del Dios vivo. y el hecho de que tu estés aquí lo cambia todo. Esto quiere decir que todas las esperanzas se han cumplido y que todas las promesas se han realizado. Tú estás aquí y la vida humana ha cambiado por completo de sentido. sólo tú tienes palabras de vida eterna. Tú eres el pan para nuestra hambre y el agua que refresca nuestros labios resecos. ¿A quién vamos a ir, sino a ti?" La felicidad que prometen las bienaventuranzas es ya una realidad. En Jesús y en su palabra encuentra una garantía total. Jesús sabía de qué hablaba.

6. Los ciudadanos del reino

Los ciudadanos del reino están marcados: son los pobres, los encorvados, los que viven en una total dependencia frente a los planes y a la voluntad de Dios; los mansos, los que dejan sitio para todos, los que han abierto su corazón al anhelo del reino, los que no luchan contra nadie, los que no oprimen ni explotan, los que no gritan acaloradamente ni pretenden a toda costa la consecución de sus derechos, los que cooperan en la acción de Dios que actúa mansamente, creando, regenerando y no destruyendo; los afligidos, los doloridos, los que lloran el mal que existe en la tierra, los que lloran la lejanía del Esposo, el olvido de Dios, los que se afligen por todo aquello que impide la realización del reino de Dios; los hambrientos y sedientos, los que carecen del pan que llevarse a la boca, los que tienen hambre y sed de cumplir la voluntad de Dios, los que jadean tras de ella, los que buscan, por encima de todo, ese reino anunciado por Jesús; los misericordiosos, los que saben perdonar, los de corazón compasivo, los que tienen entrañas de misericordia, los que saben estar al lado de los necesitados y sufrir y padecer con ellos; los limpios de corazón, los que son transparentes en sus relaciones con Dios, los que tienen el corazón bien orientado; los que trabajan por la paz, reconcilian a los contendientes, "hacen la guerra a la guerra", los que apagan el odio y unen lo que está separado; los perseguidos a causa de la justicia, los que sufren a causa del evangelio, los que sufren por su fidelidad al Señor. Esos son los destinatarios del reino anunciado por Jesús. Ellos son felices y dichosos. Lo son ya desde ahora, lo serán plenamente después: Dios es su rey y les dará el cielo y la tierra en herencia, él secará las lágrimas de sus ojos, él los consolará, él los saciará, él tendrá compasión de ellos, ellos le verán cara a cara por toda la eternidad, ellos serán sus hijos queridos, sus herederos. Su recompensa será infinita, por toda la eternidad.

Así, las bienaventuranzas responden a las preguntas más hondas del vivir humano: pobreza o riqueza, risa o llanto, hambre o hartura, dulzura o violencia, misericordia o dureza, limpieza o suciedad, paz o guerra, ansia de felicidad. Nos dicen cuáles son los valores que cuentan en definitiva. En ellas se perfila un tipo de hombre nuevo, que se reconoce como criatura frente al Creador, que se entrega y se abre a los hombres y se compadece de ellos. En las bienaventuranzas aparece como en filigrana la figura de Jesús. Aquellos a quienes Jesús proclamó bienaventurados son realmente los que han seguido sus pasos, han escuchado la invitación a entrar en el reino, es decir, los que se han aventurado-bien.

Nos toca a nosotros, de nosotros depende

el que las palabras de Dios

no se pierdan;

depende de nosotros,

de nosotros

que sólo pasamos en la tierra

unos años de nada;

depende de nosotros

el asegurar a estas palabras

una segunda eternidad", eterna (Péguy). .



"BIENAVENTURADOS LOS QUE ELIGEN SER POBRES"... (Mt.5.3)

EUSEBIO VILLANUEVA, O.C.D.

Recibimos todo de Dios: la Vida, el Pan y el ESPÍRITU. También cada uno se recibe a sí mismo de Dios. Por eso al hablar ahora de esta bienaventuranza lo hago con "temor y temblor". Su contenido es una vastedad amorosa...

Intento evitar dos extravíos. Por un lado el fraude de las apariencias, tan de nuestra sociedad. Lo que importa es aparentar; su fe es la apariencia, su religión es la apariencia, su eslogan vital es la apariencia... y pasemos a otra cosa...

Por otro lado evitar el "piadosismo", el fervor sentimental, el hacer literatura edificante sobre la Pobreza. Esto no interpelaría a nadie. No inquietaría nuestra manera de vivir, ni cuestionaría nuestras estructuras sociales injustas.

Luchar contra la POBREZA-Miseria, profundizar en la Pobreza-Espiritual, entrar libre y gozosamente en la Pobreza-Camino en el seguimiento de Jesús... He aquí una aventura en la que sólo el Espíritu de Dios puede conducirnos progresivamente... y en la medida en que nos abramos al Evangelio y a los Pobres. Es en la "montaña de las Bienaventuranzas" donde se troquela y se forja el cristiano. Y es ahí donde se nos dicen nuestras "señas de identidad cristiana".

Los estudios bíblicos y las realidades sociológicas de hoy mismo nos permiten clarificar nuestro vocabulario. Bienaventurados los que se hacen "pobres", no los que dicen o profesan. y no perderse en la confusión de haber obrado, cuando sólo se ha hablado...

A) Está la POBREZA-MlSERIA

La pobreza económica y sociológica. Esta es un mal que degrada y excomulga al hombre y ofende a Dios; le niega. Los hijos de Dios sin medios suficientes para existir y realizarse. Los sin recursos de bienes, de poder, de prestigio e inservibles, prescindidos... Transeúntes y vagabundos a quienes la pobreza los borra como personas en la sociedad... Los 60 millones de humanos que mueren de hambre anualmente en nuestro mundo, cuyo corazón todavía llora cuando se enfrían sus ojos. Los muchos más que viven de mero subsistir, sufriendo todas las crueldades de la vida. . . Los miles + miles de drogadictos que se destruyen en la marginación... Los miles + miles que vemos perdidos en el SIDA, que se desviven en desesperación... Los miles + miles de presos que se embrutecen y encanallan en nuestras prisiones... La enorme y creciente leva de mayores en pobreza de soledad que les acompaña en el misterioso camino de sus existencias... Los miles de millones de mendigos de pedir, - por-dioseros (que nos piden "por Dios")- de sanidad, de cultura, de trabajo, de pan y paz... Tantas cosas imprescindibles para el diario vivir del pobre...

Esta Bienaventuranza nos pide, ya en este primer estadio, un compromiso cristianosin tregua de lucha para restaurar el rostro del hombre como rostro de Dios... La grandeza del hombre y de la Comunidad humana no es el "poder adquisitivo", sino su capacidad de relación, de amar y ser amado. El desarrollo de un Pueblo más fundamental no se debe calcular por su producto nacional bruto, sino por su eficacia distributiva...

No es cristiano renunciar a esta lucha distributiva fraterna con el pretexto de que no se va a conseguir nada, de que la acaparación de los bienes de todos es desbordante e incontrolable. No sirve la excusa de que las utopías sociales duran menos que pájaro en árbol seco. Este razonamiento es falso. Todo bien es agente de bien. Todo acto con amor, aunque no veamos sus resultados, está ya haciendo el bien... "Será una gota en el Océano, pero si no lo hacemos, a ese Océano le faltará una gota", nos anima Teresa de Calcuta...

B) Están los "Pobres en el Espíritu"

Es actitud fundamental del hombre abierto al proyecto de Dios. Dios es la identidad más profunda del hombre. Y el hombre no existe más que en esa relación amorosa... Por eso, ¡Bienaventurados los que eligen ser pobres! Los que se hacen desposeídos - nadatenientes, nadaposeedores - y ponen su centro de gravedad y su gozne, en Dios.

Hay un elemento capital: la ELECCION. Estos pobres, estos "pequeños" sociológicamente, HAN DECIDIDO vivir en esta situación de pobreza, de carencia... Han descubierto, en su sabiduría del corazón, que NADA llenará su vacío interior, su vida. Que nada será capaz de acallar sus frustraciones del ser y del tener...

Mateo evangelista lo sabía en su propia carne de recaudador de impuestos: la riqueza no llena definitivamente. Nada es cabal respuesta al "Hambre y Sed" humanos... Nada sacia profundamente. EL hombre siempre estará hambriento de todo lo que no harta. San Agustín nos lo recuerda desde su hambre dolorida: "Nos hiciste, Señor, para Ti e inquieto andará nuestro corazón hasta que descanse en Ti".

La causa de esta elección de la pobreza es el descubrimiento de otra dimensión de la existencia, y se despojan de la suficiencia de querer bastarse a sí mismos... Como ningún OBJETO llena su "vacío", se abren a ALGUIEN que les invada y anegue y sacie, paulatinamente: Dios, el Espíritu de Dios, su Santo Espíritu. (Un aviso:

si le pedimos a Dios que nos "vacíe", El nos despojará segurísimo)... Y ese "vacío" atrae el "relleno" de DIOS: su presencia permanente, su Dulce Huésped del alma... Se establece una corriente de ocupación de toma de posesión por ese Espíritu... Al quedarse sin "nada", Dios se le constituye en su TODO. Y comienzan las "visitaciones" de Dios en experiencias profundas que nos van haciendo disponibles. Pasando del "Señor, ¿qué quieres que haga? al Señor, ¿qué quieres hacer a través de mí?" Dejando a Dios ser Dios como Él quiere ser y estar en nuestras vidas...

Francisco de Asís al alba de su conversión, de su despojo, en la plaza pública se queda desnudo, -pobre- ante su padre Bernardone. Pobre, desnudo: de filiación, de apellido, de destino, de casa y de bienes, de sí mismo y de sentido de vida... Libre, sólo entonces puede exclamar: "desde ahora diré siempre Padre nuestro, que estás en los cielos". Esta pobreza es oferta de Libertad... Sólo el que tiene un corazón de pobre puede abrirse a la riqueza de Dios, a los DONES del Espíritu.

En realidad Dios está siempre en el centro de nuestra vida. Es la raíz primera y creadora de nuestro ser y de nuestra identidad. Y, cuando todos los revestimientos caen, aparece Dios debajo, al desnudo. Al desprenderse de todo, Dios aparece como el TODO BIEN, SUMO BIEN, como nos lo presentó Francisco de Asís.

También ocurre con nuestras pobres y frágiles seguridades. Al caerse los andamios y reaseguros, Dios se constituye en soporte y piedra angular. Dios es nuestra "roca" y seguridad. Por eso SOLO los Pobres POSEEN a Dios. Y "DE ELLOS ES EL REINO DE LOS CIELOS", nos asegura esta Bienaventuranza Primera. En presente de indicativo, contrariamente a las otras bienaventuranzas, que lo aseguran en un futuro.

Nuestros caminos son cortos, desalentados, tristes. Porque andamos a medias con Dios. Nos falta la generosidad del Espíritu. Y nuestras "conversiones" en pobreza, recomienzan a impulsos desiguales.

El "pobre en el "Espíritu" no se siente dueño de ningún don. Sólo dispensador y manos distribuidoras del Padre para el compartir fraterno. Como deudor de la Comunidad Humana que es.

Los bienes acaparados son la asfixia de la madurez cristiana y los otros dejan de existir para él (Lc. 16,19-22). Cada uno venimos del Padre: El nos ha sacado de su Corazón. Y el corazón es lo más central de la persona. El Dios que te DA y el Dios que te pide...

C) Está la POBREZA-CAMINO de Seguimiento

Pobreza-Camino como itinerario privilegiado para seguir a Jesús, el Cristo. Y seguir a Jesús es CONFORMARSE con El, - no el mismo molde, sino el mismo seno creador del Padre, y por ello entrar en el camino de "Encarnación" de Belén-Galilea-Jerusalén y de la pobreza, del darse y repartirse.

Esta bienaventuranza NACE del Cristo que, "despojándose de su grandeza de Dios", se hace "Hijo del Hombre", de nuestras dependencias, limitaciones y pobrezas naturales y adquiridas... (Cta. Filip. 2,6-8). Ésta será una de las fuerzas claves de la vida y carisma de Francisco de Asís. Y de ese lado del camino del Dios-Pobre le llegarán todas las "visitaciones" de su Señor... Y Francisco siguiendo a Jesús se hace "encarnación". Y Jesús, pobre y crucificado, será la Gran Palabra - que no admite glosa- de toda la vida de Francisco, hasta el abrazo franciscano con Cristo que todo lo hermana. Francisco se situará siempre en la zona de los pobres, los leprosos, los pequeños Sociológicamente, los menores, los sin poder, ni tener, ni saber. Francisco VE a Jesús en cada uno de ellos. Los otros SON Jesús en persona... El que tiende la mano buscando calor de hermano y el que arrastra los pies por los caminos peregrino de lo absoluto... Allí donde un hermano respire mal, para Francisco, Dios se está ahogando. Identificación afectiva y efectiva con Jesús-Pobre, es su camino de seguimiento. Francisco no es un teórico, ni quiso serlo.

Nosotros, los de la fe clara, acostumbramos buscar a Dios "dentro", en nosotros y en los "ritos" y en la Iglesia... Pero Dios de entrada se hace "fuera", se hace ellos y nos llama a "salir" para encontrarlo: tuve hambre. . . tuve sed. . . estaba enfermo, preso... (Mt. 25,31 ss.). Francisco contempló toda su vida admirando el rostro de Dios hecho Jesús y revelado en Él. Lo "vio" nacer bebé, cría humana débil, pobre de nuestras pobrezas, perdido en el anonimato y acontecimientos humanos de las familias desplazadas. Lo "vio " vivir como pobre en el Nazaret y Galilea de todas las periferias; como peregrino de nuestros caminos pobres. Lo "vio" comprometido, participativo, entregado hasta una muerte de maldición política y religiosa. Entrando y saliendo de este nuestro mundo como un marginal de todos los tiempos. Con su Primera Noche en una cueva y su última Noche en una cárcel de guardia... Y en medio, ¡tantas noches de Amor y de vela!

Este Camino de Pobreza y Seguimiento de Jesús no es simplemente la decisión de unirse, de "echar su suerte con los pobres de la tierra". Ni es únicamente una "opción por los pobres". Ni crítica de ningún sistema determinado de sociedad. Tampoco es una ascética monacal de purificación. Jesús no propuso el camino de Juan Bautista. Para Jesús todo sale y regresa a Dios. Y Dios es, Dios consiste, en AMOR. Y el Camino de Jesús es Amor que se da. No tenemos otra manera de seguir a Jesús: "Como mi Padre me envió así os envío YO" (Jn. 20;21).

Esta Pobreza Evangélica es un DON del Espíritu: el don de Amor, que exige CON-FORMARSE al Amado. Prescindiendo de todo lo que no es Él. Nace y vive del Amor. Entra y se engloba en la "Vida Mística": Unión con Dios...



"BIENAVENTURAI)OS LOS MANSOS PORQUE ELLOS HEREDARAN LA TIERRA "... (Mt.5.5)

ALEJANDRO BALBÁS SINOBAS

I. BIENAVENTURADOS LOS MANSOS. Es muy semejante a la primera bendición: Bienaventurados los pobres, por derivarse de la misma palabra anawim en hebreo. Sin embargo, en griego y bíblicamente, saltando la connotación social que entrañaría la palabra pobre, resalta la disposición espiritual, el valor moral, la mansedumbre.

Los mansos en el Salmo 37

Los exégetas parecen encontrar una referencia clara de esta Bienaventuranza con el Salmo 37. A lo largo de su lectura serían mansos los que no se acaloran y viven en calma ante Yahveh, los que abandonan el enojo ante los malvados. Por otra parte, son llamados y tenidos por justos y son pacientes, no ambiciosos, rectos en sus intenciones. Los justos -mansos- hablan con sabiduría porque la ley de su Dios está en su corazón y no vacilarán. Estos serán los mansos que poseerán la tierra y gozarán de inmensa paz y habitarán en ella para siempre.

Jesús manso en San Mateo

San Mateo aplica a Jesús la mansedumbre en su entrada mesiánica en Jerusalén en cumplimiento de la profecía de Zacarías: justo y vencedor, manso y montado en un asna (Cf.Za 9,9; Mt 21,4-5). Cristo es rey lleno de mansedumbre, muy distinto a los reyes de la tierra llenos de poder y violencia.

Así mismo, Mateo en 11, 28- 30 presenta a Cristo ofreciéndose como descanso, alivio y fortaleza precisamente porque es "manso y humilde de corazón". Es buena contraposición a los rabinos que imponían las cargas pesadas de las obligaciones con gran severidad. "Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí que, soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera".

Nos encontramos ante un Cristo acogedor, manso, humilde de verdad, suave, dulce, en quien se puede confiar. Es el verdadero maestro que no solamente enseña sino que abre su intimidad a todo el que quiera ser su discípulo.

"Aprende de mí".

Cristo necesita discípulos, abriéndoles primero su corazón para que se identifiquen íntimamente con él. "Lo que más me ha impresionado es que Cristo necesita de mí", oía en un testimonio. El corazón especifica y refleja al verdadero discípulo que ha de latir y mostrarse como su maestro. La mansedumbre en sus facetas de humildad, de sencillez, de suavidad, de paciencia adentra al discípulo en el verdadero espíritu evangélico de Jesucristo, haciéndole además dichoso, feliz. ¿Quién, pues, no está llamado o no quiere ser feliz? A sus discípulos mansos y humildes, Jesús les justificará, les comunicará su sabiduría, les hará partícipes de sus poderes, les dará las palabras que en su nombre deberán hablar.

Ahora bien, ser mansos y humildes de corazón no quiere decir ser cobardes, pusilánimes, sin carácter, resignados con actitud fatalista y de paganos, sin entender el sentido cristiano de la vida y de la cruz de Cristo en circunstancias difíciles.

Jesús, el manso y humilde de corazón, se mostró fuerte contra la hipocresía de los escribas y fariseos: "¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas..." (Cf. Mt 23). Igualmente contra la profanación del templo: "Entró Jesús en el Templo y echó fuera a todos los que vendían y compraban en el Templo... "(Mt 21, 12...), ante el Sanedrín: "Si he hablado mal, declara lo que está mal; pero si he hablado bien, ¿por qué me pegas?" (Jn 18,23), e incluso para perdonar a sus enemigos: "Padre, perdónales, porque no saben lo que hacen" (Lc 23,34).

En otras ocasiones mansedumbre y fortaleza no se contraponen sino que se necesitan. Precisamente para ser verdadero manso a veces se necesita la fortaleza de saber soportar injusticias, calumnias, menosprecios, marginación, risas socarronas. Para todo esto se necesita ser mansamente fuertes, estar muy unidos á Cristo que supo vivir así y pudo decir: "el Reino de Dios sufre violencia" (Mt 11,12). En este caso hemos de recordar al discípulo San Pablo: "cuando estoy débil, entonces es cuando estoy fuerte" (2 Cor 12, 10). Es que habitaba en él la fuerza de Cristo.

La mansedumbre como fruto del Espíritu.

"En cambio el fruto del Espíritu es amor, alegría, paz, paciencia, afabilidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de sí" (Cal 5,22). Se deduce con toda claridad que la mansedumbre se desprende de la acción del Espíritu Santo. Qué bueno será preguntarse por el Espíritu Santo, cuando falta la mansedumbre. Qué importante es ser bien "bautizado" en el Espíritu Santo y su renovación permanente, ya que nada es mágico ni siempre instantáneo.

San Pablo nos habla del fruto, no de los frutos. Lo cual está indicando el cortejo de virtudes unidas en relación y complementariedad que alumbran el nuevo hombre en Cristo por la efusión del Espíritu Santo con nuestro sí decidido y generoso.

2. HEREDARÁN LA TIERRA. Jesús promete a los mansos la dicha completa porque poseerán la tierra. El salmo 37, comentado anteriormente, ya decía: "Los mansos poseerán la tierra" (v.11). Aquí se refiere a la Tierra Prometida, como se le prometió a Abrahán, y el pueblo de Israel caminó tras ella por el desierto a la tierra de Canaán. Tampoco se trata de la conquista de la tierra moral de la mansedumbre, de la dulzura, de la humildad, que sin duda alguna traen felicidad y aun éxitos.

El Reino de los Cielos.

Al igual que en el resto de las Bienaventuranzas se trata del Reino de los Cielos. Los mansos gozan ya del Reino de Dios, que hace presente Jesús, y en vigilante espera del Reino definitivo de los Cielos con la vida eterna: "Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino, preparado para vosotros desde la creación del mundo" (Mt 25, 34). Es un Reino en herencia.

La tierra de los hijos de Dios.

Heredar es propio de los hijos. Llegar a tomar posesión de la herencia divina corresponde a la condición de hijos de Dios. "En efecto, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados" (Rom 8, 14-17). Hay una relación muy estrecha entre filiación y herencia. Las promesas de Dios recaen como herencia enriquecedora sobre sus hijos.

Los hijos por su parte son quienes ponen toda su confianza en Dios Padre y son precisamente los mansos los que se abandonan plenamente en Dios. Esta Bienaventuranza confirma el Salmo 73 donde la insistencia en la confianza es manifiesta. "Ten confianza en Yahveh y obra el bien" (v.3). "Pon tu suerte en Yahveh, confía en él, que él obrará" (v.5). "Espera en Yahveh y guarda su camino" (v.34).

Vivir el cristiano esta confianza le da paz interior y le mantiene sereno en el saber esperar porque Dios ayuda, libera y salva a los que a él se acogen. Es el "yo os aliviaré" del manso y fuerte Jesús o el "todo lo puedo en Aquel que me conforta" (Filp 4,13).

Peregrinos del Reino de los Cielos.

Nos encontramos también con el sentido escatológico de esta Bienaventuranza. Es lo que dice San Pablo: "Pero nosotros somos ciudadanos del Cielo..." (Filp 3,20). Y el autor de la carta a los Hebreos nos afirma que "no tenemos aquí abajo ciudad permanente sino que buscamos la futura" (Heb 13,14) . Somos caminantes-peregrinos en esta vida. Mas, la esperanza cristiana ha de ser activa, de lucha y de adquisiciones. "Queridos, os exhorto como peregrinos y forasteros que os abstengáis de las apetencias carnales que combaten contra el alma" (1 Pe 2, 11 ) . La mansedumbre y demás virtudes afines son una vida nueva en germen o en desarrollo que va exigiendo cada vez más perfección hasta alcanzar la plenitud de la fe en Cristo.

La vida del peregrino consiste en saberse mantener en pie. Sin embargo, puede ser fuerte la tentación de descansar demasiado e incluso de instalarse. El Espíritu Santo de Dios despierta, desistala, al mantenernos en constante caminar y zarandearnos con una transformación interior y darnos fuerza para un compromiso exterior. El Espíritu Santo siempre está empujando cual viento impetuoso o llameando como fuego ardiente. Lo que necesitamos es que seamos dóciles a las inspiraciones del Espíritu. Que seamos fuertes para ser mansos.



"BIENAVENTURADOS LOS QUE SUFREN y LLORAN" ... (Mt. 5.5)

CHELO LOSADA

Voy a deciros unas sencillas reflexiones desde la experiencia del dolor y del sufrimiento propios, en mi cuerpo y en mi espíritu.

En mi cuerpo soy casi una enferma crónica. El haber pasado diez veces por el quirófano y el tener un tumor en la columna me da la experiencia de mi incapacidad y mis limitaciones. Conozco también las incomprensiones, los desprecios, las burlas, las mentiras y hasta las calumnias. Y por todo alabo al Señor.

La Renovación Carismática, que conocí hace dieciocho años, me ha dado -a través del ministerio de intercesión- la gracia de conocer y experimentar en el corazón el dolor de los demás.

Mi primera reflexión es:

Aprended a ver todo lo que ocurre a vuestro alrededor, no sólo lo malo, sino lo hermoso y lindo que existe en la vida.

Aprended a oír y descubriréis, también, sonidos armónicos que se contraponen a los que producen las guerras y odios.

Hablo para los que tenéis fe, pero a lo mejor llega también a algunos que viven en "crisis", que no creen en nada y dudan de todo.

Hay algo que aterra casi siempre y es la muerte. He visto a toda una familia hundida por la muerte de un ser querido: llanto sin cesar, angustias, desesperación, y... hasta, a veces, el deseo de suicidio.

He visto la muerte de un joven y toda su familia seguir viviendo y trabajando, luchando, porque al que se fue le hubiera gustado verlos así. Un mismo hecho produce situaciones contradictorias. Decidíos por ser valientes y animosos. No deis nunca paso a la desesperación.

Una segunda reflexión.

No llores ni te aflijas por penas que pasan. Todo en esta vida pasa. Nuestra vida tiene un fin. Acabamos aquí para empezar allá, en el lugar de la justicia, de la paz y de la eterna felicidad. No temas las injusticias de los hombres, las guerras, las desgracias... TODO PASA. Si esperas el BIEN TOTAL sufrirás aquí de otro modo.

Mi tercera reflexión seria:

No le eches la culpa de tus males a Dios, ni siquiera al "destino" (?) que lo dispone así. Casi todos los males vienen por el pecado del hombre: el mal uso de la salud, la droga, el sexo... ¡vive tu vida en orden! Que tu mente y tu voluntad dominen tus instintos y serás mucho más feliz. Así evitarás grandes e irreparables sufrimientos.

Te preguntarás. ¿Y los males que produce la naturaleza: terremotos, tifones, inundaciones...? En todo esto sobre todo para los que no tienen fe existe un misterio. Hay una "economía de Dios" que no coincide con la nuestra en el gobierno del mundo. Lo que para nosotros aparece como un desastre y desorden, no lo es en el PLAN DE DIOS, porque a través de éstas realidades "negativas", persiste siempre el AMOR DE DIOS que sabe conducirnos hacia Él, incluso a través del dolor.

Para JESÚS no hay contradicción entre sufrimiento y felicidad. Por eso dice:"Dichosos los que ahora lloráis porque reiréis" (Lc. G;21).

Los criterios del mundo no son éstos, pero sufrimiento y felicidad no son incompatibles, ni se excluyen entre sí. He conocido un inválido total que siempre estaba rodeado de jóvenes que acudían a él. Siempre tenía una sonrisa y un sabio consejo para "los problemones" de chicos y chicas que sólo veían sufrimientos y penas. Él era feliz e irradiaba paz y felicidad. Teresa de Lisieux decía: "Amar, sufrir; siempre sonreír",

El amar y ser amado es la explicación de que el sufrimiento pueda no sólo ser aceptado, sino incluso deseado. El amor "hermosea" todo dolor y sufrimiento. Es verdad que el amor en este mundo, lleva con frecuencia una carga de dolor, pero aún así, es manantial de felicidad.

La Cruz es hermosa porque es el signo y la prueba del Amor que Dios nos tiene."Porque tanto amo Dios al mundo que dio a su HIJO único para que todo el que crea en Él no perezca, sino que tenga vida eterna" (Jn. 3, 16) y también "Un hombre no puede dar mayor prueba de amor que entregar su vida por sus amigos" (Jn. 10,13).

En este mundo siempre el dolor está encadenado con el amor.

En el infierno sólo hay sufrimiento y no hay amor.

En el cielo sólo hay amor sin sufrimiento alguno.

Tampoco la "alabanza" se opone a la experiencia del dolor. Alaba a Dios en todo momento. "Bendice alma mía al Señor y no olvides sus muchos beneficios" (Sal. 103, 1-2), porque también el sufrimiento puede ser la expresión del amor de Dios, un beneficio suyo que nos hace superar el propio dolor.

Decálogo del sufrimiento.

1.- Con sufrimiento aceptado hay progreso y perfección. Quien aprende a sufrir aprende muchas cosas.

2.- Con sufrimiento aceptado se pueden comprender muchas cosas. Se dilatan los corazones nobles y se encogen los corazones egoístas.

3.- Con sufrimiento esforzado se forjan voluntades de temple recio, capaces de todo. Con él se han formado los grandes hombres y los santos.

4.- Padres y educadores no evitéis el sufrimiento en todo a vuestros hijos y jóvenes. Enseñadles a que aprendan a superarlo.

5.- El sufrimiento nos hace más comprensivos y más aptos para la convivencia y la solidaridad.

6.- El sufrimiento es el mejor maestro para quien anda en la escuela del dolor.

7.- El sufrimiento nos concentra e interioriza.

8.- El sufrimiento nos da la visión verdadera del mundo, de las personas y de las cosas.

9.- El sufrimiento nos da "autoridad morar' para saber imponernos en las cosas más difíciles. Ante la autoridad del que sabe sufrir y callar por amor todos se rinden.

10.- El sufrimiento nos hace buscar lo trascendente, nos hace buscar a Dios. Alguien decía "sea mil veces bendito el sufrimiento que me ha acercado a Dios".

Jesús proclamó las bienaventuranzas no como mandamientos, sino como normas de vida que conducen a la felicidad.

La vía de las bienaventuranzas coincide con la línea recta que señala losmandamientos de su ley.

LAS BIENAVENTURANZAS SON LOS MODOS DE ALCANZAR LA FELICIDAD. VIVE SU ESPÍRITU Y SERÁS FELIZ.

Mi experiencia es que sufrir, cuando se lucha contra el mundo, merece la pena. Soy feliz y deseo que tú también lo seas. Díselo - mejor aún: muéstraselo- a los que te rodean.

NOTA:

Libros que te pueden ayudar a vivirlas.

1. P. Ripoll S.J.: "Las bienaventuranzas: proyecto para la felicidad".

2. P. Ramón Nubiola S.J.: "En busca de la felicidad".

3.- José Mª Alimbau Argila: "Palabras para la vida" y "Palabras para el silencio".

4.- José Mª Cabodevilla: "Las formas de felicidad son ocho: Comentario a las bienaventuranzas" ~BAC. .

("Nuevo Pentecostés" nº 42)