5.- CARISMA DE PROFECÍA. LA FE COMO CARISMA

LOS CARISMAS DEL ESPÍRITU AL SERVICIO DE LA EVANGELIZACIÓN.
5.-Profecía.  Carisma de la fe.

1.- Resumen de los temas anteriores, a base a preguntas.

2.- El Espíritu Santo me ha dicho… (Experiencia de un grupo de la Renovación). ¿Es profecía?

3.- Deseamos hablar, hoy, del carisma de profecía. Si bien tiene una aplicación universal a toda la Iglesia, nos concretaremos en el ámbito de la Renovación Carismática.  Hay que confesar que es un carisma sumamente práctico en los Grupos de la Renovación, pero no siempre se le da la debida importancia, y mucho menos es practicado como se merece para conseguir los frutos que dicho carisma aporta. A diferencia de otros carismas que más bien son ministeriales, como Palabra de conocimiento y Palabra de sabiduría, el carisma de profecía es para todo el Grupo, como lo vamos a ver más adelante.

3.- PROFECÍA.

¿Qué es? Profecía es hablar a los hombres de parte de Dios. Profecía es decir por adelantado el pensamiento de Dios. Profecía es el Señor hablando a través de un hermano, hermana. La base, el fundamento de la profecía es el amor de Dios. DIOS ES AMOR. (1 Juan 4,16).  Dios, como Padre,  nos ama y desea comunicarse con sus hijos. Es propio del amor. Y en este deseo de comunicarse Dios con nosotros está la base del carisma de profecía.  Él quiere comunicar a cada persona su amor y lo que tiene reservado para cada uno. Por eso, la profecía, es un don del Espíritu para revelar la voluntad de Dios, lo que Él quiere para nosotros, aquí y ahora. Nuestro mundo, lleno de sufrimientos y tristezas, necesita descubrir quién es Dios. Dios se manifiesta de muchas formas y una de ellas es la profecía. Ella permite que la Palabra de Dios sea concretada en una Asamblea. Toca los corazones de los hombres y mujeres. Nuestro mundo necesita profecías. Dios los necesita para acoger a esa humanidad herida.

4.- Textos que nos confirman el carisma de profecía. Son muchos pero veamos solo algunos.

Joel 3, 1-2: “Yo derramaré mi espíritu sobre todo hombre. Vuestros hijos e hijas profetizarán, vuestros ancianos tendrán sueños, y vuestros jóvenes, visiones”

S. Pablo en su carta a los Romanos, pero sobre todo en la 1 Corintios, habla con mucha precisión sobre el carisma de profecía y cómo hay que manifestarlo. Veamos en 14, 1-6, cómo nos  anima, diciendo: “En cuanto a los demás dones, aspirad sobre todo el de hablar en nombre de Dios. El que habla en nombre de Dios, habla a los hombres, los ayuda espiritualmente, los anima y los consuela”. (Leer todo el párrafo).

Además, bien sabemos que todo cristiano, por el bautismo estamos unidos a Cristo y por ello, con Él, somos sacerdotes, profetas y reyes. Es un carisma para todo el pueblo de Dios.

5.- Función de la profecía.

* La función general es comunicar la Palabra de Dios, la que ya tenemos revelada; es decir: a Jesús, tal como se nos presenta en las sagradas escrituras. Sería un grave error pensar que con la profecía, Dios nos puede revelar nuevas verdades; la revelación terminó con el Apocalipsis de Juan. La profecía, solo ilumina la revelación que ya tenemos.

* Función particular de la profecía. Las principales, siguiendo a S. Pablo,  serian:
. habla a los hombres.
. edifica a la asamblea.
. exhorta en la fe, anima.
. reconforta en los sufrimientos.
. construye el cuerpo de la Iglesia.

Siendo la profecía una manifestación del amor de Dios, el contenido de una verdadera profecía no es nunca duro, acusador, inmoral, antimisericordioso o condenatorio.

6.- Formas en que se presenta la profecía. La profecía pUede llegar de maneras distintas:

1. En forma de imagen o explicación. Como una visión. Hay que interpretarla.
2. En forma de pensamiento en la cabeza.
3. De moción interior.
4. Como un impulso que toca mi sensibilidad.
5. Mensaje en lenguas. Siempre que hay alguien que lo interprete.

El P. Emiliano Tardif nos aclara: Normalmente es una idea que me viene a mi mente, sin buscarla, y que no tiene nada que ver con mis pensamientos. Además, viene con una fuerza que me impulsa a decirla; no me la puedo callar. Por lógica, antes de proclamarla, uno debe discernirla, porque puede venir también del espíritu maligno.

Al recibir algo que llega como profecía es necesario aplicar la inteligencia. La profecía no es una ciencia exacta. Podemos equivocarnos. Exige prudencia y una vida muy en el Señor para no quedar a merced de sentimientos humanos, fruto de nuestra psicología. Lanzarnos corriendo es un riesgo y podemos equivocarnos.

Si siempre nos equivocamos, algo falla. Es posible que no tengamos el don de profecía, pero también una persona con un carisma de profecía reconocido puede equivocarse. Forma parte de las reglas del juego.

Un carisma profético tiene que evolucionar, crecer, desarrollarse y para esto es preciso perder el miedo a equivocarse, aceptando siempre que alguien que esté por encima puede decirnos que nos hemos equivocado.

7.- Distinción entre profecía y otros carismas. A simple vista y a más de uno le podría parecer que la profecía es lo mismo que otros carismas; y tienen razón. Por eso, antes de continuar es bueno aclarar la diferencia que hay entre profecía y otros carismas. Veamos la razón de cada uno de los carismas.

Entre los carismas de: Palabra de conocimiento, Palabra de sabiduría y carisma de Profecía hay algo común: En todos se manifiesta el Señor, en el interior de la persona, con alguna palabra. La diferencia la encontramos viendo a donde va dirigida esa palabra del Señor.

a)    Palabra de conocimiento. Es un carisma del Espíritu Santo. Es como si la luz del Espíritu en nosotros iluminara una realidad que pasa, una realidad que pasó en la vida de tal persona o de tal comunidad, y al mismo tiempo, ese conocimiento nos viene a ayudar a resolver algún problema, a anunciar alguna bendición del Señor que sucede en ése momento. Es como una idea que invade nuestra mente con intensidad. La palabra de conocimiento es una revelación del Espíritu de Dios de hechos pasados o de cosas existentes o sucesos que tienen lugar en el presente.

b)    Palabra de sabiduría. La palabra de sabiduría es una moción del Espíritu que nos indica qué hacer, cómo actuar.  Es el poder de Dios que ilumina a una persona para hablar una palabra eficaz de modo que el querer de Dios se realice en una situación concreta. La palabra de sabiduría es revelación de Dios sobre sus propósitos acerca de su pueblo, o acerca de cosas y sucesos del futuro.

c)    Carisma de profecía es un don del Espíritu para revelar la voluntad de Dios, lo que Él quiere para nosotros, aquí y ahora. Profecía es hablar a los hombres de parte de Dios. Él quiere comunicar a cada persona su amor y lo que tiene reservado para cada uno.

d)    Orar en lenguas. El don de lenguas es para proclamar la alabanza a la gloria de Dios. La profecía tiene como fin percibir la voluntad de Dios. Dentro del don de lenguas existe el hablar en lenguas. En este caso es carisma de profecía pero en forma ininteligible; por eso S. Pablo ruega que no se tenga, a no ser que haya alguien que lo interprete. Recordemos que estos dos carismas, orar en lenguas y profecía, favorecen la eclosión de otros carismas y son dos carismas indisociables. Más aún, el canto en lenguas introduce la profecía. Es peligroso ejercer la profecía sin que esté precedida del canto en lenguas. Esto, más adelante, lo veremos con más detalle.

8.- Orientaciones para ejercer adecuadamente el carisma de profecía.
El P. Robert De Grandis, en su libro “El don de profecía” nos ofrece unas orientaciones para avivar este don que hemos recibido y para que de frutos en el espíritu. Comentamos algunas.

  1. Cooperar con el amor de Dios. S. Pablo nos dice: “Buscad el amor. En cuanto a los demás dones, aspirad sobre todo el hablar en nombre de Dios”. El ejercicio de este carisma requiere el mayor amor. No olvidar que Dios, lleno de un amor infinito, es un Padre que desea hablar con sus hijos, mucho más de lo que nosotros deseamos escucharle. Es propio del amor, la comunicación. Nosotros, en el ejercicio de este carisma, cooperamos con nuestro Padre y a la vez, estamos actuando con amor hacia nuestros hermanos, compartiéndoles el amor del Padre. Por ello, cuanto más vivamos en el amor de Dios, mejor podremos captar la palabra de amor que Dios desea transmitirnos, y mejor lo podremos llevar, con mucho amor, estas palabras a nuestros hermanos.
 Estar abiertos a la acción de Dios, escuchando sus palabras en el corazón. Si Dios desea hablar a la comunidad a través nuestro, es necesario que nuestro corazón esté completamente abierto y libre de ruidos. Algo parecido ya lo dijimos cuando tratamos de la Palabra de conocimiento y de sabiduría. Los que oran y escuchan al Señor en su corazón, reciben palabras proféticas, porque no es un Dios mudo, sino que desea comunicarse con su hijos. Las profecías pueden venir a nosotros mediante una canción, una visión, un mensaje completo, unas pocas palabras, una sensación, una palabra. Es muy importante que tengamos momentos de silencio, tanto en el Grupo o estando solos.

  1. Discernir la profecía. No hay que olvidar que el espíritu maligno y también nuestro “YO”, pueden influir poniendo ideas y sentimientos en nuestro corazón, con apariencia de bien; se hace imprescindible el discernimiento. Discernimiento que tendremos que hacer, primero, nosotros mismos, antes de dar la profecía; en la mayoría de los casos será necesario que haya el discernimiento de los servidores, o de las personas adecuadas a ello. En principio, podemos decir que la profecía es del Señor:
      * Si levanta el nivel de alabanza de la asamblea.
* Si se dan sanaciones espirituales.
* Si está de acuerdo con las Escrituras, la Tradición, el Magisterio de la Iglesia.
* Si edifica y anima, incluso cuando son palabras de corrección.
* También se discierne la profecía cuando es confirmada.
* Si sabes que la persona que está profetizando realmente ha sido llena del Espíritu Santo y tiene el don activo.

  1. La profecía produce buenos frutos. Jesús nos dice: “Por sus frutos los conoceréis” (Mateo 7, 20). La profecía  nos hace crecer en el amor del Señor y de los hermanos: tiene un valor didáctico (Dios enseña, a veces, a través de la profecía); nos lleva a la alabanza y acción de gracias; nos convierte. ¡Hay que ver cómo Dios se derrama en forma extraordinaria, cuando estamos abiertos a la profecía!
 La profecía siempre está bajo el control del profeta. Dios nunca nos puede obligar a decir algo que nosotros no queramos. En la profecía, Dios obra libremente y el profeta actúa también libremente. Lo que sucede es, que cuando vamos adelantando en este carisma, sentimos en nuestro interior una fuerza que nos empuja a expresar el mensaje recibido. Cuando digamos la profecía, hagámoslo en todo alto y bien entendible.

  1. Encontrar el momento oportuno de dar la profecía. El Señor nos puede hablar en cualquier momento y cualquier circunstancia; normalmente lo hace  después de un momento de oración y alabanza; y si hay canto en lenguas, en donde nos abrimos más al Espíritu, las profecías surgen con más facilidad; por ello,  la importancia de que haya oración en lenguas para abrir el corazón  a la palabra de Dios. En los grupos de oración, eso sucede en la segunda parte, una vez realizada la alabanza. No es apropiado durante la enseñanza. En el supuesto de recibir una palabra de profecía fuera del Grupo, es bueno escribirla y darla para que la disciernan y si es para el Grupo, que la proclamen o nos autoricen a proclamarla. Es muy interesante escribir las profecías que se dan, para recordarlas y volver sobre su mensaje.
 Confirmar las profecías de otros hermanos, en caso de recibir el mismo mensaje. En este ministerio especialmente necesitamos que otros hermanos nos lo confirmen. Si han recibido el mismo mensaje, simplemente se dice: “Confirmo”. No hay que tener miedos de que haya el mayor número de confirmaciones. Ello nos asegura de que la palabra es realmente del Señor y por lo tanto más nos empuja a seguirla.

9.- ¿Cómo practicar el carisma de profecía?

El ejercicio del carisma de profecía requiere una gran obediencia. Esta palabra va a ser el hilo conductor a la hora de saber cómo proceder en el ejercicio del carisma: I Cor. 14,26ss. Es necesario orden y obediencia, elementos opuestos a la anarquía y la improvisación que a veces vivimos en la R.C.

Esta obediencia se concreta en tres aspectos:

a) obediencia a la unción. Cada persona recibe una unción, una misión, la que hay que respetar, aceptar. Nadie puede actuar sin la unción. Por otro lado, también existe la unción de la asamblea. En el momento en que estamos reunidos hay una unción que reposa en el grupo. Él quiere visitarnos a su manera, hablarnos y manifestarse de forma concreta. Hay que estar atentos para descubrir la manera como Dios se revela. El ejercicio profético debe someterse a esa unción de la asamblea. Hay que respetar sus momentos.

b) obediencia a la unidad. La unidad en la asamblea se realiza a través de la obediencia al servidor del Grupo o guía. El servidor es el prisma a través del cual pasa la gracia a toda la asamblea. Esta función es muy importante pues vigila la unidad, acoge a todos y discierne la unción. A Dios le gusta tener intermediarios. El ser servidor es un carisma. Requiere saber guiar y saber discernir.

c) obediencia a lo que se está viviendo. Hay que estar muy atentos a los que se está viviendo. Por ello Dios necesita de estos servidores de los Grupos y prefiere en ellos, sobre todo, un corazón obediente. Lo mismo ocurre con los que ejercen el carisma de profecía. Dios prefiere el de corazón obediente que al desobediente con una profecía muy fuerte. No hay que olvidar que, durante la oración, hay un tiempo para cada cosa.

10.-ORACIÓN.

LA FE COMO CARISMA

Por Mons. Alfonso Uribe Jaramillo

La fe como don del Espíritu Santo es distinta de la virtud teologal, que consiste en la adhesión al Señor y a su mensaje, y que recibimos desde el bautismo como regalo de Dios.

Aquí se trata de un carisma para beneficio común que nos permite confiar ciegamente en el Señor en circunstancias especiales y difíciles y que es el requisito para que el Señor obre entonces maravillas y aun milagros.

San Cirilo de Jerusalén en una de sus Catequesis expone la diferencia que existe entre las dos clases de fe: "La fe, aunque por su nombre es una, tiene dos realidades distintas. Hay, en efecto, una fe por la que se cree en los dogmas y que exige que el espíritu atienda y la voluntad se adhiera a determinadas verdades; esta fe es útil al alma, como lo dice el mismo
Señor: El que escucha mi palabra y cree en aquel que me ha enviado tiene vida eterna y no incurre en condenación; y añade: El que cree en el Hijo no está condenado, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.

¡Oh gran bondad de Dios para con los hombres! Los antiguos justos, ciertamente, pudieron agradar a Dios empleando para este fin los largos años de su vida; mas lo que ellos consiguieron con su esforzado y generoso servicio de muchos años, eso mismo te concede a ti Jesús realizarlo en un solo momento. Si, en efecto, crees que Jesucristo es el Señor y que Dios lo resucitó de entre los muertos, conseguirás la salvación y serás llevado al paraíso por aquel mismo que recibió en su reino al buen ladrón. No desconfíes ni dudes de si ello va a ser posible o no: el que salvó en el Gólgota al ladrón a causa de una sola hora de fe, él mismo te salvará también a ti si creyeres.

La otra clase de fe es aquella que Cristo concede a algunos como don gratuito. A unos es dado por el Espíritu el don de sabiduría; a otros el don de ciencia en conformidad con el mismo Espíritu; a unos la gracia de la fe en el mismo Espíritu; a otros la gracia de curaciones en el mismo y único Espíritu.

Esta gracia que te da el Espíritu no consiste solamente en una fe dogmática, también en aquella otra fe capaz de realizar obras que superan toda posibilidad humana; quien tiene esta fe puede decir a un monte: "Vete de aquí a otro sitio", y se irá. Cuando uno, guiado por esta fe, dice esto y cree sin dudar en su corazón que lo que dice se realizará, entonces este tal ha recibido el don de esta fe.

Es de esta fe de la que se afirma: Si tuvieseis fe, como un grano de mostaza. Porque así como el grano de mostaza, aunque pequeño en tamaño, está dotado de una fuerza parecida a la del fuego, y plantado aunque sea en un lugar exiguo, produce grandes ramas hasta tal punto que pueden cobijarse en él las aves del cielo, así también la fe, cuando arraiga en el alma en pocos momentos realiza grandes maravillas. El alma, en efecto, iluminada por esta fe, alcanza a concebir en su mente una imagen de Dios, y llega incluso hasta contemplar al mismo Dios en la medida en que ello es posible; le es dado recorrer los límites del universo
y ver, antes del fin del mundo, el juicio futuro y la realización de los bienes prometidos.

Procura pues llegar a aquella fe que de ti depende y que conduce al Señor a quien la posee, y así el Señor te dará también aquella otra que actúa por encima de las fuerzas humanas".

La fe como Carisma es la que posee María en el momento de la Anunciación y que fue loada por Isabel.

Es la que mantiene firme a la Cananea, a pesar de las aparentes negativas que recibe.

Es la de Pedro cuando camina sobre las Aguas en busca de Jesús. Es la de Marta y María que llaman a Jesús cuando está enfermo su hermano Lázaro.

Es la de Pedro cuando sana al paralítico: "En nombre de Jesús, anda". Aquí Pedro no se limita a creer que Jesús puede curar, sino que lo va a hacer inmediatamente.

Es la fe de Abraham, "nuestro Padre en la fe". Es la de tantos que con una seguridad inexplicable humanamente, se lanzan a realizar obras que parecen locura, pero al convertirse en realidad benefician a muchos. Es la de quienes como Pedro dicen: "en tu nombre echaré las redes", y las sacan llenas de peces. Es la fe expectante y carismática.

Hoy necesitamos la abundancia de este Carisma, porque el progreso científico nos lleva a confiar más en el poder de la técnica que en el Señor, y debido a esto estamos presenciando una crisis religiosa terrible. El hombre actual no quiere creer sino en sí mismo y en la naturaleza y olvida al Autor de esa naturaleza.

La Renovación Espiritual que está realizando el Espíritu Santo en la Iglesia está reviviendo la fe y su consecuencia inmediata, la acción del Señor que dijo: "que se haga conforme a vuestra fe".

A medida que aumente el Carisma de la fe, se multiplicarán también las manifestaciones del poder y del amor del Señor en beneficio de la Iglesia y del mundo.

Recordemos que Él dijo que los que tengan fe harán las obras que Él hizo y aún mayores. Jn. 14,12).

Si falta poder en nuestras vidas y en nuestro ministerio es porque tenemos una fe muy lánguida, aunque nos parezca muy "sabia", y porque en la práctica estamos convencidos que el Señor es ahora distinto y que ya no quiere realizar en su iglesia y por la Iglesia las obras que hizo y que nos narra el Evangelio.

Por algo tuvo que decir a sus Apóstoles que eran "hombres de poca fe".

Pidamos al Señor que aumente en todos nosotros la virtud de la fe que es necesaria para la justificación y para la salvación y también que multiplique el Carisma de fe para que la acción de su Espíritu aparezca con todo su poder y con su infinito amor. .

NOTA.
A este magnífico trabajo de Mons. Alfonso Uribe, quisiera añadir una vivencia que tuve, relacionado con tema de la fe como carisma.


Visitando a un enfermo grave y orando con mi esposa para que el Señor lo bendijera, palpamos su presencia y su actuar en forma extraordinaria; ello nos sobrecogió. Pero lo más llamativo lo tuvimos al día siguiente, estando en adoración ante Jesús sacramentado en nuestra Comunidad. Ahí sentí perfectamente en mi corazón estas palabras (palabras que han quedado grabadas en mi corazón): “Que me veas o no me veas no tiene ninguna importancia. Lo importante, lo que yo quiero de ti, es que tu sepas, que tu entiendas, que tu estés completamente seguro, de que cuando oras por un enfermo en mi nombre, yo voy por delante, yo soy quien hago los milagros”. A continuación me dio a entender que normalmente yo no vería los milagros para que se acrecentase mi fe; y me vinieron  a la mente las palabras de Jesús a Tomás: “¿Crees porque me has visto? Dichosos los que creen sin haber visto” (Juan 20, 29)

¡Gloria al Señor!