- 11 - Un proyecto sobrehumano
A veces decimos: "Hasta mañana, si Dios quiere",
Dicha con sinceridad, esta expresión significa: "Hoy Dios quiso, bendito sea, pero, ¿quién sabe si mañana querrá.?",
Por eso esta expresión, si la decimos con sinceridad, tiene un sentido profundísimo.
Es decir que, si hoy hemos vivido, es porque Dios ha querido regalarnos la vida, Nosotros no hemos comprado nuestra vida en la tierra, la vida es siempre un don. Cada día es un regalo nuevo, con todos sus límites y molestias. Esta vida de cada día es el milagro de ser sostenidos gratuitamente por un Dios de amor, que no necesita de nosotros para ser feliz.
"Hasta mañana, si Dios quiere". y hoy quiso, así como soy, con mis límites, mis insatisfacciones, mis molestias, mis problemas y mi debilidad, quiso que yo viviera en esta tierra; y eso es mejor que nada.
Quiso para mí el prodigio de la vida. Podría no haber querido ni siquiera esta existencia limitada e insatisfecha. Vivir ya es mucho. Sólo vivir debe ser sentido como un portento cotidiano. Por lo tanto, tomar conciencia de esto es valorar la vida y sentirse llamado a aprovecharla, a vivirla a pleno en medio de sus molestias; no a soportarla, no simplemente a sobrevivir, sino a meterse entero en el río de la vida, con sus inquietantes desafíos y sus breves alegrías, con lo que venga: "Estoy disponible Señor, para lo que hoy me pidas y me ofrezcas. Estoy libre ante ti y ante la vida".
Por eso esta mañana le doy gracias a Dios, porque hoy también quiso que yo viviera, y este día que comienza es para mí una gran posibilidad, un sueño, una invitación a meterme con todo mi ser en la corriente de la existencia.
Y Dios ha querido así esta vida mía, como la de cualquier otro ser humano: una vida expuesta al cambio, a los imprevistos, a las molestias variadas, porque es un camino en medio de un mundo limitado hacia una plenitud eterna. No es el cielo.
Pero además, si Dios puede sacar un bien de mis males, quiere decir que Él no hace un milagro para evitar mis molestias porque sabe que de esas molestias saldrá algo necesario para mi plenitud. Algo bueno, que yo no veo del todo, se está gestando en mi vida en medio de este dolor; así como un niño se gesta en el seno de su madre provocando todo tipo de molestias.
La fe me permite asumir el plan misterioso de Dios sobre mi vida, sabiendo que todo es para bien y que todo, todo terminará bien. Porque Dios, si no ha querido este sufrimiento mío, al menos lo ha permitido. Por eso, si le permito a Él construir mi vida conmigo, seguramente todo saldrá mejor que si pretendo construirla yo solo con mi visión parcial y limitada, con mi corta capacidad de percibir la inmensa realidad que me supera.
Hemos dicho antes que experimentar su amor nos ayuda a ver más claro el misterio del dolor; pero ahora estamos diciendo que la fe nos hace dar un salto y nos da una convicción de que todo tiene un porqué y un para qué en el proyecto de Dios, y por eso todo tiene algo bueno. Nada es completamente oscuro y sin sentido. Es parte de un proyecto que me supera.
Pueden ayudarnos los estimulantes consejos de Teil hard de Chardin:
"Confía ciegamente en ese Dios que te quiere para Él... Piensa que estás en sus manos tanto más fuertemente apretado cuanto más decaído y triste te encuentres. Vive feliz, vive en paz, que nada te altere, que nada sea capaz de quitarte la paz del corazón: ni el cansancio físico, ni tus carencias morales... Recuérdalo, todo lo que te oprime y te preocupa es falso. Te lo aseguro, en nombre de las leyes de la vida y las promesas de Dios. Por eso, cuando te sientas afligido o triste, adora y confía".
¿Pero en qué sentido podemos decir que todo lo que nos oprime y preocupa es falso? ¿Quién puede llegar a convencerse de semejante cosa?
Juliana de Norwich parecía expresarlo cuando, al salir de un éxtasis, exclamaba feliz: "Todo irá bien, todo acabará bien, todo, todo será para bien" (37).
Porque "el místico no sabe algo en el plano de lo racional, pero sí lo sabe en los niveles profundos, Sobre todo en el centro luminoso del alma. Ignorante en un nivel, el místico es sabio en otro" (38).
Sin embargo, esta experiencia de sabiduría no está reservada a los más altos niveles místicos. Puede alcanzarse de una manera ocasional, por ejemplo, cuando nos serenamos en un feliz contacto con la naturaleza, en esos bellos momentos que ayudan a reconstituir la armonía anímico-corpórea. y en algunas ocasiones privilegiadas, el ocio contemplativo permite un encuentro con la creación que nos hace penetrar en lo más profundo de la intimidad, donde alcanzamos a percibir los altísimos silencios de Dios.
Así, dejamos de angustiarnos buscando en la tierra algún paraíso que nos han prometido, y llegamos a descubrir que en verdad el paraíso está dentro de nosotros, y lo llevamos dentro a cualquier parte que vayamos.
Todo lo que se pueda ver, cuando uno ya ha reconocido el paraíso interior, le parece más bello todavía, porque le ayuda a descubrir mejor los matices variados del paraíso que habita en la intimidad. Las criaturas se trascienden a sí mismas en el interior del ser humano, y allí manifiestan al que es infinitamente más maravilloso que ellas. En el corazón del hombre, ofreciendo su pequeña luz, las criaturas le hablan de Aquel que está al origen de su discreta hermosura, e invitan al hombre a deslumbrarse con la gloria del que las engalana con dulces reflejos de su divina belleza:
"Mil gracias derramandopasó por estos sotos con presura.y yéndolos mirando, con sola su figura, vestidos los dejó de su hermosura" (39),
En esas ocasiones de encuentro extático con la naturaleza, la dimensión religiosa logra impregnar por un instante al hombre entero, en cuerpo y alma, permitiéndole alcanzar en una intuición celestial una clara conciencia del límite y la fragmentariedad de las preocupaciones cotidianas.
Pero al mismo tiempo, paradójicamente, el corazón siente que "todo está bien, todo será para bien". Más allá de todo lo que nos preocupa, todo terminará bien, todo puede ser para bien, porque detrás de todo hay un Dios providente que tiene un proyecto, un plan maravilloso que sólo Él puede ver enteramente. Es el Dios que nos regaló gratuitamente este día, y quizá mañana nos regale una nueva jornada, si es conveniente para su proyecto santo.
La convicción de que "todo lo que nos oprime es falso" no surge entonces de un razonamiento intelectual que pueda ser explicado; es simplemente una intuición mística que viene de la fe. Esa intuición nos devuelve la calma y la esperanza y nos muestra que, por más grande que sea un problema, no es nuestra angustia interior la que lo resolverá, sino nuestra humilde entrega incorporada en los misteriosos, sublimes y supremos caminos de Dios.
Por eso es verdaderamente útil y fecundo para nuestra vida incorporar en el diálogo con Dios eso que nos preocupa, para tratar de percibir qué lugar ocupa esa dificultad en el misterioso proyecto de Dios. Porque si no hablamos con Dios de lo que nos inquieta, Él se convertirá cada vez más en un extraño para nuestra vida y será imposible entrar en su presencia. Entramos en su presencia con nuestra vida real, o no entramos de verdad.
Dejando todo en sus manos pueden brotar dos actitudes importantes: la esperanza y la disposición a encontrar algo bueno ahora mismo. La esperanza, porque siempre habrá un mañana (aquí o en la eternidad), y la disposición a encontrar lo que ofrece el presente, porque este puede ser el último día de mi vida.
Es cierto que la esperanza nos ayuda a sobrevivir en los momentos difíciles. No sólo a sobrevivir, sino a vivir. Porque cuando tenemos la confianza de que las cosas cambiarán, eso nos da ánimo y entusiasmo para enfrentar los problemas y buscar una solución con creatividad, hasta encontrar la salida que Dios nos está proponiendo a través de la vida. Por eso la esperanza es una chispa de gozo en medio de la angustia. Como si escucháramos a Dios que nos dice: "Levántate, amada mía, hermosa mía, y ven. Ya pasará el invierno, cesarán las lluvias y aparecerán las flores sobre la tierra. Volverá el tiempo de las canciones" (Cf. Cant 2,IO-12).
Pero cuando entrevemos que nuestros problemas sólo se resolverán a largo plazo, la esperanza no basta. Dios nos llama a algo más, nos convoca a vivir algo nuevo en el aquí y ahora. Su plan es que comencemos a descubrir ahora mismo, precisamente en medio de las dificultades, algo que Él nos quiere regalar o enseña,algo que podemos comenzar a valorar y experimentar con asombro aunque todavía tengamos que sufrir, algo que es parte de su proyecto de vida y que debe comenzar ahora.
Por todo lo que hemos dicho, yo creo que es muy bueno decir "hasta mañana, si Dios quiere". Porque es muy liberador mirar la propia vida desde la fe, desde el proyecto de Dios, y someterme así a Él, soltando los falsos controles que pretendo tener. Que Él lleve los controles de mi existencia, que Él tenga un plan más amplio que lo que yo pueda ver. Eso me libera del tremendo peso de tener que ser un dios, el autor y salvador de mi propia vida.
Camino personal 11
Hay un hábito bueno que podría ayudarte a mirar tus proyectos dentro del proyecto más grande de Dios.
Se trata de detenerte a consultar a Dios cada vez que tengas que tomar una decisión. importante. Si en los próximos días tienes que decidir algo, entra en la presencia de Dios para pedirle esto: "Señor, tú que todo lo ves, ilumíname y ayúdame a ver el camino correcto, enséñame cuál es la mejor decisión y no permitas que tome una decisión equivocada".
Esta oración te ayudará para que no te encierres o te obsesiones en tus propios proyectos y confíes más en los misteriosos caminos de Dios.
y si en este momento te resistes a aceptar algo que te molesta, puedes hacer esta otra oración: "Señor amado, ilumíname para que pueda descubrir el sentido de este sufrimiento mío dentro del proyecto maravilloso que tú tienes para mí; ayúdame a mirarlo con tus ojos".
NOTAS.
(37) Juliana de Norwich Revelaciones,27,32
(38) W. Jonhnston, Enamorarse de Dios, práctica de la oración cristiana, Herder, Barcelona 1998, 66.
(39) San Juan de la Cruz. Cántico Espiritual, Canción V.
(37) Juliana de Norwich Revelaciones,27,32
(38) W. Jonhnston, Enamorarse de Dios, práctica de la oración cristiana, Herder, Barcelona 1998, 66.
(39) San Juan de la Cruz. Cántico Espiritual, Canción V.