RETOS DE LA FAMILIA, DE CARA AL SIGLO XXI

P.David GASCON

Me interesa la familia y me acerco a ella, desde diferentes ópticas: Como Vicario Judicial, en una Diócesis española; como profesor universitario en una Facultad de Educación; como pastor en la Iglesia, ayudando a tantas parejas y familias para que no se disgreguen; o, simplemente como persona, porque los dos problemas más serios en el momento que nos toca vivir son las rupturas matrimoniales y las drogas.



Todos recordamos cómo Naciones Unidas hace muy poco declaró un Año Internacional, dedicado a la familia, que fue secundado por la Iglesia. Cuando Naciones Unidas declara un Año Internacional dedicado a los niños, mujeres, ancianos..., es porque esas realidades se encuentran mal.



Hoy existen demasiadas familias disgregadas, porque el amor entre sus miembros se ha destruido. La familia está gravemente enferma. Sus patologías se denominan: divorcio, adulterio, matrimonio civil, uniones de hecho, celos, egoísmo, machismo, mujeres liberadas, irreligiosidad, consumismo, falta de aceptación, rechazos, aborto... Hoy se usa la palabra familia para designar uniones entre homosexuales, lesbianas, familias recompuestas, uniones pedofílicas e incluso incestuosas. Sin embargo, la familia es un lugar donde debe residir la vida, la fidelidad, la interdependencia voluntaria...



Las estadísticas ante esta problemática, nos hablan de que en España se está llegando a un 25% de parejas rotas; en Francia a un 30% y en Estados Unidos a un 50%, tanto en matrimonios civiles como canónicos. Al matrimonio y a la familia se le han encendido todos los pilotos rojos, como señal de alarma.



FACTORES NEGATIVOS QUE ENFERMAN LA FAMILIA



Podemos destacar entre ellos la influencia de teorías malsanas; la decadencia de los valores tradicionales; el materialismo teórico y práctico; la mentalidad hedonista, favorecida por el consumismo; la cultura libertaria, que desvirtúa el significado mismo de la indisolubilidad del matrimonio cristiano, que queda reducido a un mero hecho privado. En el campo demográfico existe una interpretación egoísta y materialista de una paternidad y maternidad responsables. Por eso, en nuestra sociedad de bienestar se tiende al crecimiento cero e incluso negativo. Tener más de un hijo se ha convertido en algo fuera de lo corriente.



Ante este horizonte poco reconfortante, nos hacemos esta pregunta ¿qué es la familia, qué es el matrimonio? Sociólogos, pedagogos, psicólogos y políticos dan de esta realidad variadísimos conceptos. Para otros es un juego de azar o un potro de sufrimientos; una realidad del pasado sin ningún futuro, una aventura, una ceremonia más o menos romántica... Hay tantos como filosofías de la vida.



Hoy se olvida lo que Dios espera del matrimonio y de la familia cristiana. Para Él tiene suma importancia, porque Dios es familia, comunidad de personas y de vida. Dios al crear modeló una familia. Al encarnarse, se rodeó de una familia. Cuando Jesús comenzó su misión y manifestó su gloria, estaba participando en Caná de Galilea, en la fiesta de una nueva familia. Bastaría esto para comprender qué es la familia en el pensamiento de Dios.



Dios, que es familia, la concibió como una trama de amor: amor nupcial entre los esposos; amor materno y paterno hacia los hijos; filial hacia los padres; amor de los abuelos por los nietos, tíos y viceversa. La familia es, pues, una joya, un tesoro, un misterio de amor. Así la pensó y la creó Dios.



Sin embargo, la familia en España pierde peso cuantitativa y cualitativamente. Cuantitativamente, porque cada vez hay más gente que está viviendo fuera de la estructura familiar; viven solas o con otros, pero sin formar núcleo familiar. Cualitativamente, pierde capacidad educadora, fuerza educativa en favor de los medios y de la calle, del grupo de amigos... La familia ya no genera verdades. Los padres ya no son sabios, porque la sabiduría está en televisión o en los noticieros. La globalización ataca los valores absolutos y no permite que existan criterios morales valederos.



Juan Pablo II en la Familiaris Consortio dice: "La familia es una comunidad de vida y amor, encargada de custodiar, revelar y comunicar el amor". Para que tenga consistencia la arquitectura familiar, Pablo, en la Carta a los Colosenses (Col 3, 12-17), nos recuerda que debe fundamentarse sobre cuatro columnas:



1.- COLUMNA DE LA ORACIÓN



"Cantad agradecidos a Dios en vuestros corazones con salmos, himnos y cánticos inspirados" (v.16).



El matrimonio y la familia cristiana debe ser una comunidad de oración, al estilo de Tobías y Sara, que desde la noche de su boda pidieron a Dios su protección. Tenían motivos para orar, porque Sara había tenido siete maridos y todos murieron el mismo día de la boda. Los padres de la muchacha y ella misma vivían muy tristes por este motivo. Pero la oración lo solucionó todo. Dios les escuchó y Tobías no murió.



El matrimonio es jurarse amor para siempre. Y no hay duración permanente ni felicidad sin Dios por medio. Sin Dios, el amor eterno dura hasta la próxima crisis y la felicidad plena es como un terrón de azúcar que se desmorona, al contacto con el agua de cada día. La duración de una pareja o de una familia depende de su amor sacrificado, y el amor depende de la oración. La familia que hace a Jesús centro de su vida, y no televisión o el trabajo, ni ningún ídolo, tiene un gran futuro y no se desmorona fácilmente. La familia ha de ser como un trasunto del hogar de Nazaret, donde, como dice el Papa Juan Pablo II, en "Redemptoris Custos". "Allí la Virgen y José de Nazaret celebraron al Señor con cantos; le adoraron en silencio; le alabaron con la vida, y le glorificaron con su trabajo". Con oración el matrimonio y la familia se constituyen en un Pentecostés permanente, ya que no faltará la presencia del Espíritu Santo a todos sus miembros.



2.- COLUMNA DEL PERDON



"Perdonándoos mutuamente, si alguno tiene queja contra otro. Como el Señor os perdonó, perdonáos también vosotros" (v. 13).



Los esposos cristianos deben ser auténticos profesionales del perdón. El mejor seguro de la unidad familiar se llama perdón. Una clave muy importante para ser felices es el olvido de las ofensas. Por eso, el perdón es sanación y felicidad. Perdonar es una decisión de querer a la persona tal y como es, no como nosotros querríamos que fuera. Se trata de descubrir las bendiciones que Dios le ha regalado a esa persona. Hemos de perdonar siempre, aunque a veces nos surja este pensamiento: es que mi marido o mi mujer con esta filosofía me van a perder el respeto. El respeto lo pierde el que hace el mal.



¿Cómo perdonar? Como Jesús a la prostituta. Él la excusa, no le dice ¡bandida prostituta!. Lo único que le recomienda es que no peque más. Le otorga un perdón incondicional y la despide diciéndole que se vaya en paz. Nosotros empleamos una frase que no tiene nada que ver con el perdón cristiano: "yo perdono, pero no olvido". Sin embargo, el perdón es olvido; es decir al otro: tú nunca me has hecho esto o no sabías lo que hacías. El perdón debe ser mutuo entre los esposos o entre los padres y los hijos. Es de una gran eficacia cada noche ofrecerse los esposos al perdón con un beso. Igualmente mirarse a los ojos y bendecirse con una pequeña cruz en la frente. Así desaparecen los miedos. Se resuelven los conflictos. Es necesario dejar circular en la pareja y en la familia el amor, como sucede en la Trinidad. Me decía en cierta ocasión una pareja muy entregada al Señor: "Vivimos nuestro matrimonio como si fuésemos a morir mañana. Así todo se relativiza entre nosotros".



3.- COLUMNA DE AMOR



"Y por encima de todo esto, revestíos del amor, que es el vínculo de la perfección" (v. 14).



Del amor hay que tener siempre un gran concepto. En el matrimonio y en la familia hay que trabajarlo todos los días y nunca darlo por supuesto. Los esposos que viven a fondo su matrimonio saben que el amor se alimenta de detalles: un beso, una caricia, una coquetería; ternura, respeto, sonrisa; un pequeño regalo, un favor, la celebración del aniversario de boda... Se dice por ahí falsamente: "amor casado, amor acabado". Los esposos que todos los días se dan un "sí" nuevo, y creen en el amor, son los más felices de la tierra, porque Dios ha inventado el matrimonio y la familia para que seamos dichosos.



En el matrimonio, desde el día de la boda, el esposo es responsable de hacer feliz a la esposa y viceversa. Los esposos tienen que decirse continua y mutuamente: "Quiero ayudarte a sanar, a madurar, a crecer en el amor y la felicidad". Los esposos son los que tienen obligación de entregarse mutuamente el Espíritu Santo, para llegar a las cumbres de la santidad, que no son otras que las del Amor.



4.- COLUMNA DEL PAN



"Celebrad la Acción de Gracias" (v. 17).



Dios se ha hecho cuerpo en Jesús de Nazaret, para que nosotros dispusiésemos de una carne y de una sangre divina y poder amar a lo Cristo. Eucaristía y amor forman un binomio perfecto. Sin el Pan de Dios el matrimonio y la familia se empobrecen. Por el contrario, la celebración eucarística es el manantial más grande de bendiciones para poder realizar el proyecto de Dios de amarse y ser felices.



El año 2000 es ocasión de un gran júbilo para la Iglesia y, por tanto, de la familia iglesia doméstica. La familia tiene un papel muy importante en este Jubileo, cuyo centro y vértice es la Eucaristía y la Santísima Trinidad. Si el tesoro de la Iglesia Universal es la presencia de Jesús Resucitado viviendo en la Eucaristía, la gran riqueza de la iglesia doméstica debe ser igualmente "la fracción del pan" o la celebración de la "acción de gracias". La Eucaristía construye la familia y hace que sanemos de las heridas recibidas en la convivencia.



La primera manifestación del Resucitado es un acontecimiento que se renueva en el "hoy" de cada discípulo de Cristo. Fue en Domingo cuando aconteció el sublime milagro de la Resurrección del Señor. Por eso, el Domingo debe ser el día en que la familia celebre este acontecimiento único, reuniéndose en la celebración eucarística todos sus miembros. El Resucitado siempre se manifestaba estando reunidos los discípulos. Al igual que en aquel pequeño grupo se manifestaba, "hoy" lo quiere seguir haciendo en un nuevo núcleo de discípulos, como lo es el núcleo estrecho e íntimo de la familia y del matrimonio cristiano.



Al recibir el Pan de Vida, la familia cristiana se dispone a vivir el estilo de Cristo, que pasó amando y haciendo el bien; sirviendo y entregando su vida a todos. En la Eucaristía es donde recibimos la fuerza del Resucitado y de su Espíritu, para ser también todos su miembros testigos de que Jesús está vivo y es Señor y Salvador único. En el pan bajado del cielo todos los miembros de la iglesia doméstica encuentran el alimento para amar y para permanecer unidos: encuentran la medicina para sanar todas las heridas, y la defensa para prevenir de los ataques que recibe desde tantos frentes.



(Nuevo Pentecostés, nº 68)