EL COMPROMISO EN LA RENOVACIÓN CARISMÁTICA.

Por Enrique Vilar

Es una gran preocupación y es un deber de la Coordinadora Nacional el impulsar y alentar la verdadera Renovación Carismática en todas las diócesis y en todos los grupos. Todos conocemos la verdadera situación de la Renovación en España y en forma general sabemos que vive el mismo ambiente socio-religioso de nuestros tiempos, con un laicismo cada vez más agudo. A parte, nuestros grupos, mayoritariamente, se han envejecido y sienten el peso tanto de los años como de la monotonía.

Pero todos sabemos también, que podemos contar siempre con el Espíritu Santo y que Él nunca nos va a dejar. Es, pues, con esa fe y confianza en Él, que la Coordinadora Nacional ha puesto como punto de mira primordial el ayudar, dentro de sus posibilidades, a revitalizar a nuestra Renovación.

Por un lado habéis escuchado la Visión que la Coordinadora Nacional tiene para estos momentos. Visión que debemos tomar todos muy en serio ya que la Renovación somos todos; Visión que debemos poner en práctica en todos nuestros Grupos si deseamos reavivar nuestra Renovación.

Por otro lado, me gustaría profundizar en un punto que en la Renovación es también primordial: EL COMPROMISO. Compromiso que es muy grande: frente a la Iglesia entera, frente a la Renovación Carismática, frente a la vida personal de cada uno, y frente a al mundo entero.

Los que hemos estado en elecciones de servidores, bien conocemos las dificultades que se encuentran muchas veces para encontrar hermanos que acepten el servicio; igualmente saben los que organizan asambleas cómo cuesta y no siempre se consiguen hermanos para ayudar desinteresadamente; no digamos de muchos Ministerios que los responsables se encuentran mal por falta de cooperación y apoyo.

Y ¿qué disponibilidad hay para evangelizar, para proclamar el kerigma, para dar testimonio de Jesús, vivo y presente en medio de nosotros?

Leyendo los Documentos de Malinas me encuentro con frases como éstas, machacando este punto primordial del compromiso:
“La Renovación no sería verdadera si no dirigiera "plenamente" sus actividades tanto hacia su propia vida interior como hacia el mundo exterior, es decir, si no se propusiera ser un instrumento de vitalidad interna y, al mismo tiempo, evangelizar y servir al mundo”

“La Renovación, es cierto, es esencialmente un acontecimiento espiritual y, en cuanto tal, no puede considerarse como un programa de estrategia social y de política cristiana. Sin embargo, como lo fue ya en el nacimiento de la Iglesia en Pentecostés, la Renovación es un acontecimiento que reviste una dimensión pública y comunitaria”. (Malinas 1).

“Restringir el cristianismo (la Renovación) a unas cuantas prácticas de piedad, por importantes que sean, es destruirlo”. (Malinas 3)

“El cristiano “social”, lo mismo que el cristiano “carismático”, necesita entregarse a la acción del Espíritu Santo para que a través de su colaboración humana y técnica pueda realizarse en profundidad la renovación del mundo”. (Malinas 3)

“La Renovación en el Espíritu no se nos ha concedido para que nos convirtamos en un club de carismáticos; ha sido dada para la evangelización del mundo.” Es decir, para apresurar la venida del Reino de Dios entre nosotros. Y esto concierne a la humanidad entera”. (Malinas 3)

“Nuestros «aleluyas» no serán válidos, sino a condición de que, al salir de una reunión de oración, busquemos juntos con valentía e imaginación cómo anunciar concretamente los imperativos del Evangelio al corazón del mundo”. (Documento 4)

Así, pues, vemos que la Renovación necesita de dos bases fundamentales para desarrollarse: crecer en una vida interior auténtica y al mismo tiempo, entregarse al servicio de los demás.

“Hay que ocuparse simultáneamente de los dos deberes. Afirmar: esto “primero” y esto “después”, implicaría un divorcio entre vida interior y evangelización, siendo así, por el contrario, que se implican mutuamente”. (Malinas 3)

Un ejemplo: Las personas para caminar bien y con soltura necesita de las dos piernas. Si una persona solo tuviera una pierna, ¿qué sucedería? Podría caminar pero pronto se cansaría y nunca podría tener una vida completa.

Lo mismo nos sucede a los que estamos en la Renovación: necesitamos las dos bases fundamentales (las dos piernas) para crecer y cumplir con la voluntad del Padre. ¡Cuántos, al quedarse quietos en sus asientos cuando vienen al Grupo y ahí termina toda su renovación, se ven privados de muchas gracias y al final su Renovación queda solo en “nombre”. Necesitamos dar un paso más firme de compromiso para no quedar estancados.

La Palabra de Dios nos iluminará más que mis palabras. Lucas 1, 26-38.


1) (del 26 al 28) Dios manda al Ángel Gabriel a María para una misión. Dios tiene un plan sobre el hombre pero necesita una respuesta. El plan de Dios necesita de la colaboración del hombre.
- María recibe un saludo: Dios te salve, llena de gracia. El Señor está contigo. Dios ha preparado a María para la misión a que ha sido destinada.

2) (Del 29 al 33) María se turbó y se preguntaba que significaba tal saludo. María está desconcertada porque no sabe a qué viene tal saludo.

- El ángel contestó: “No temas, María. Concebirás y darás a luz un hijo, al que pondrás por nombre Jesús. Él será grande, será llamado Hijo del Altísimo”. Éste era la presentación del plan de Dios; María debía saberlo.
3) (Del 34 al 37) María no sale de su asombro y siente que hay un problema a nivel humano: “Yo no tengo relaciones con ningún hombre”. Y pregunta: “¿Cómo será esto?” Es una pregunta lógica.

- El Ángel le contesta: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra” Es únicamente la fuerza del Espíritu quien puede realizar tales cosas.

- Y el ángel añade: Mira a tu pariente Isabel: ha concebido a un hijo en su vejez. Para Dios no hay nada imposible. El ángel presenta a María un ejemplo diciendo que para Dios no hay nada imposible.

4) (Versículo 38) “María dijo: Aquí está la esclava del Señor; que suceda según dices”. María, casi ciertamente, no sabría todas las consecuencias que su SÍ representaba; no conocería las espadas que un día atravesarían su corazón. Ella simplemente acepta ser madre de Jesús, con todo lo que ello le iba a repercutir, hasta las últimas consecuencias, aunque en esos momentos los desconocía. Y María dijo SI fiándose de la Palabra de Dios, dijo SI porque le bastaba que el Poder del Altísimo le cubriera con su sombra. Y el SI de María nos trajo la salvación. Con el SI de María, el plan de Dios seguía adelante. El SI de María, era de parte de la humanidad, todo lo que el Señor necesitaba para poder realizar su obra de salvación; el resto, sería obra suya.

Esto que sucedió y hemos visto en María, se podría aplicar perfectamente a nuestra vida. Fijémonos bien; son como cuatro pasos.

• Dios tiene un plan con nosotros; primero nos llamó a tener un encuentro personal con Él que cambió nuestra vida. Muchas veces me he preguntado: ¿Por qué a mí? ¿Por qué a tantos otros, no?

• Ante nuestro asombro, ante la llamada del encuentro personal que hemos tendido con el Señor, se nos dice bien claro: "NO TEMAS, deseo pedirte y darte algo más". El Señor desea transformarnos en otros Cristos. Es decir, que nuestro vivir sea Jesucristo. Que seamos hombres y mujeres desposeídos de nosotros mismos y poseídos por Cristo en su vida concreta, a todos los niveles. Y como vivir es: ver, amar, hablar, moverse; vivir, pues, en Jesucristo es: ver con sus ojos, amar con su corazón, hablar con sus labios y poner nuestros pasos en sus huellas. (Malinas 3) Poder llegar a decir, como S. Pablo: “No vivo yo, sino es Cristo quien vive en mi”.

• Ciertamente esto, a nivel humano es imposible. Por ello también se nos dice: El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra”. Y también se nos presentan ejemplos, en donde hoy, hombres y mujeres, son transformados: para Dios no hay nada imposible. Teresa de Calcuta, Juan Pablo II, tantos misioneros, personas que se cruzan en nuestro camino y que sentimos que tienen algo especial, etc..

• “María dijo: Aquí está la esclava del Señor; que suceda según dices”. De nosotros depende la respuesta. María se fió de la Palabra y dijo SI; ¿Nosotros nos fiamos de la Palabra de Dios?

Aquí tenemos nosotros la clave de nuestra santificación y de lo que Dios desea hacer a través nuestro. Dios viene a nosotros; nos propone hacernos muy grandes; nos indica que contamos con SU PODER; por último, solo nos pide nuestra conformidad, que le digamos SI al plan de vida que nos ha trazado. No pide nada más. Es lo único que necesita para que seamos santos. Eso sí, que confiemos plenamente en su Palabra, que libres de cualquier temor o miedos, nos entreguemos completamente en sus manos, siendo conscientes de nuestra respuesta y que después seamos fieles. No importa no conocer el plan de Dios y lo que Él nos va a deparar. La plena confianza no mira el día de mañana; nos basta saber que el poder de Dios nunca nos abandonará. Dios ha trazado un plan sobre nuestras vidas; de nosotros va a depender que ese plan se cumpla en nuestras vidas para bien de la humanidad y para gloria de Dios.

- Hermano, ¿Cuál es tu situación? Cuando estemos ante Jesús Sacramentado en la adoración, sepamos escuchar y sepamos responder al Señor. No olvidemos que el Señor no acepta respuestas a medias, respuestas con condiciones, respuestas “hasta aquí llego”.

MI TESTIMONIO.
Permitidme dar mi testimonio. Fue un momento que ha marcado mi vida.
A finales de febrero de 1992 fui, por primera, vez a un grupo de oración, más bien para complacer a mi mujer: yo tenía mucho trabajo y no tenía tiempo a perder. A la segunda semana o tercera en que asistía al Grupo, el Señor llegó a mi corazón con la Palabra: “Jesús tomó pan, dio gracias,…” Empecé a dar gracias (no sabía por qué) y a llorar. Me dije: “Jamás dejaré de asistir al Grupo”. Y lo he cumplido hasta la fecha.
A finales de abril, asistí a un Seminario de vida en el Espíritu y recibí la Efusión. Me transformó completamente. Me sentía lleno de Dios, a rebosar; como un vaso en donde no cabe una gota más. Yo estaba como en una burbuja, flotando, envuelto en la presencia de Dios. Me decía: No doy más, no cabe nada más; Señor, ahora derrámate en otros.
Era a finales de mayo, que se organizó un autobús para ir a la Asamblea Regional de Levante. Ahí estoy yo, sin saber de qué se trataba. La Asamblea se realizaba en el Monasterio de los Jerónimos de Murcia. Así que cruzo el umbral de la puerta me veo un cartel presidiendo, con el Lema: “Aspirad a más” de S. Pablo. Estas palabras se clavaron en mi corazón; iban dirigidas a mí: ASPIRA A MÁS. Eran de una fuerza irresistibles, como flechas. Ahí empezó mi lucha con el Señor. El Señor diciéndome: “Aspira a más”, y yo: “dadlo a otro, ya que no me cabe nada más”. Así toda la mañana. Cuando nos íbamos a comer, ya cansado y para sacármelo de encima, le dije al Señor: “Bueno, de acuerdo, pero con una condición” Apenas pronuncié estas palabras, me cayó la cara de vergüenza; ¡cómo le iba a poner condición a mi Dios!
Por la tarde, de regreso al salón, otra vez: “Aspirad a más”. Continuó la lucha, a brazo partido con el Señor, como Jacob. De la Asamblea no me enteré absolutamente nada. Predicaba el P. Manolo Tercero y solo recuerdo una frase: “Abrid las ventanas, que entre aire fresco”. En mi interior yo tenía mi particular asamblea. Al final de la jornada, cuando el P. Manolo paseaba a Jesús Eucaristía en la custodia, ahí me desplomé; estaba agotado, no podía más. Me sentía derrotado. Y con la “rabia” de aquél que se siente vencido, pero plenamente conciente de mis palabras, le dije: “Señor, haz lo que te dé gusto y gana”.

En aquellos momentos yo no sabía lo que el Señor iba a hacer de mí. Pero sí que lo sé ahora. A las dos semanas, el Señor me presentó, como en una bandeja, una virtud que yo nunca había podido conseguir por más propósitos que hiciera y me dijo: “¿Lo quieres?” ¡Cómo no iba a quererlo! Y le dije, SÍ. De inmediato, todo cambió en mí ser, como si me hubieran cambiado un chip. Y así sucedió en diversas ocasiones, a través de todo el año 1992. Pero siempre que venía con algo, como en una bandeja, me decía: ¿lo quieres? Y siempre esperaba mi respuesta. El 20 de octubre, teniendo el Grupo una adoración, fue el no va más. Lo que yo jamás hubiera pensado ni imaginado pedir, me lo ofrecía de la misma manera, con la misma simplicidad: “¿Lo quieres?” Aquello me desbordó y quise gritar de alegría, pero el Señor me cerró la boca: debía llevarlo en el secreto del corazón.

Pero también llegó el tiempo de la sequedad, del desierto, cuando no ves nada, cuando todo es duda; cuando te preguntas: ¿Qué estás haciendo? Llegó también el tiempo del compromiso, cuando el Señor exigía entrega, servicio a favor de los hermanos; pero en todas las ocasiones, pidiéndome mi SI. Llegó también el tiempo de las desilusiones, de las amarguras, de las renuncias a los propios criterios, al propio yo; el tener que morir. Y también ahí, pidiéndome mi SI; el aceptar tales situaciones y no tirar la toalla, a pesar que era la primera reacción del ser humano. Pero también hubo ocasiones que el SI no salía de mi corazón, había rebelión y me tocaba después pedir perdón al Señor por mi falta de confianza.

Este es el camino que he tenido que seguir desde aquel día de mayo de 1992, con sus dificultades y alegrías; no es un camino de rosas pero que lleva a la felicidad. Lo que vendrá más adelante, no lo sé; solo pido al Señor que su Espíritu no me abandone para poder decir siempre SÍ. Esta es también la lucha que debe soportar todo aquel que desea seguir a Jesús. Bien claro nos lo dice: “Quien quiera ser mi discípulo, que tome su cruz y me siga”. “El discípulo no puede ser mayor que el maestro…” Pero también añade: “Mi yugo es suave, mi carga es ligera”. Ciertamente no es un camino de rosas, como no lo fue para María que tuvo que soportar el compartir el sufrimiento de su Hijo, hasta llegar al calvario y hasta recibirlo en su regazo, estando muerto.

No olvidemos que no se trata de dar hoy un SÍ y punto; este SÍ, este hágase según tu palabra, se tendrá que repetir constantemente en todos los momentos de nuestra vida, en cada circunstancia. En los momentos agradables y en los momentos difíciles; cuando las cosas nos salgan bien y cuando las contrariedades nos visiten. En los momentos de gran fervor y en los momentos de sequedad. En la salud y en la enfermedad. Cuando nos aplaudan y cuando nos aplasten. En una palabra, siempre, aunque tengamos que morir a nosotros mismos. Esta espiritualidad está en la práctica de cada día.

Un punto muy concreto y que lo tenemos todos los días y en donde el Señor espera nuestro SI desinteresado es en el compromiso.
¿Qué es el compromiso? Es el servicio que debemos hacer en favor de nuestros hermanos; es salir de nuestro Yo y preocuparnos de los demás. Es ver, amar, hablar, moverse como Jesús. Y Jesús no vino a ser servido sino a servir. El Jesús que llevamos adentro, llevarlo a nuestros hermanos.

El tener un compromiso es un deber del cristiano, ya que todos formamos el Cuerpo místico de Cristo, y un miembro de ese cuerpo no puede desentenderse de los otros miembros.

Para uno que es además de la Renovación Carismática, es vital el compromiso. Es lo que le alimenta, le ayuda, y le hace crecer. No se concibe un carismático sin algún tipo de compromiso; mejor dicho, no se es carismático sin compromiso. Recordemos, las bases de la renovación son: vida interior y servicio; recibo y doy.

Mi experiencia, lo que a mí me ayuda en el servicio: Yo siento en mí que el Señor ha tenido gran misericordia conmigo; cuando lo abandoné, Él me buscó; cuando le ofendí, me perdonó; por tantos años estuvo esperándome y yo a la mía. ¡Cuánta misericordia ha sido derramada sobre mí! ¿Cómo le pagaré al Señor por todo lo que ha hecho en mí?
Teniendo yo misericordia con mis hermanos. ¡Cómo no preocuparme de ellos! ¡Cómo no servir a mis hermanos con total desinterés!

¿De donde fluye el compromiso?
Del amor de Dios que se derramó en nuestros corazones fluye, como algo natural, el compromiso. El amor de Dios que recibimos un día con tanta alegría, es fuego en nuestros corazones y ese fuego tiene que quemar a los que nos rodean. Todo dependerá si ese fuego está bien encendido o medio apagado o simplemente es fuego pintado.

Ese compromiso es muy grande y tiene varias exigencias. Veamos algunas.

La primera exigencia es la integración plena en el Grupo. No se puede caminar solo. Yo necesito de mi grupo y mi grupo me necesita a mí.

La segunda exigencia es aceptar compromisos concretos que nos pidan los hermanos. ¿Cuáles pueden ser estos compromisos?
Servidor de Grupo, miembro de una coordinadora diocesana, regional o nacional; colaborar e implicarse en un ministerio; trabajar en servicios de bien común, como en asambleas, librería, acogida, etc.

Un compromiso concreto y especial, no hay que olvidarlo, es nuestra aportación económica a los gastos de la Renovación. Es el aporte a nuestra propia casa. Es el pago de los servicios que otros hermanos hacen por nosotros. Es, pues, una verdadera exigencia. Es como el termómetro que nos indica cual es nuestra entrega al Señorío de Jesús, ya que ponemos bajo su Señorío los bienes que de Él hemos recibido. ¡Cómo está el termómetro en nuestra Renovación!

La tercera exigencia, es la evangelización. Es proclamar que Jesús ha resucitado y vive hoy; y que es la solución a todos los males de la actual sociedad. Proclamarlo en nuestras familias, entre nuestras amistades, con los que nos encontremos. Proclamar que Jesús es el Señor, el único Señor, dando testimonio a través de nuestra vida.

¿Cuántas veces hemos invitado, por ejemplo, a nuestras amistades, conocidos a los grupos de oración? ¿Y cómo lo hemos hecho? ¿Ha sido con nuestro testimonio? ¿Hemos invocado antes la fuerza del Espíritu Santo?
A veces nos escudamos diciendo que no nos escuchan. ¿Es que a Jesús todos lo escuchaban? Y los que le escuchaban, ¿le seguían? San Pablo nos dirá que hay que predicar a tiempo y a destiempo.

Sabemos bien que toda evangelización, todo servicio, implica sacrificio, entrega desinteresada de nuestro tiempo, de nuestras capacidades y de nuestras aptitudes, de los carismas que hemos recibido. Implica también prepararse para desempeñar lo mejor posible la misión encomendada; no escatimar tiempo ni dinero para asistir a retiros, asambleas en donde nos formamos y cargamos pilas, como decimos.
Tengamos en cuenta que los carismas se nos han dado en bien de la comunidad, de los hermanos; si no se usan, se pierden. ¿No será la falta de compromiso el que sintamos tanto la falta de carismas en la Renovación?

Hay hermanos que en cuando se empieza a hablar de compromiso se asustan y se retraen. Les resulta muy cómodo y fácil asistir únicamente a la oración del grupo y basta. Todos son excusas, siempre miramos primero nuestra comodidad, vemos únicamente lo que a mí me gusta, etc. No se quieren comprometer con nada.
¿Qué pasaría si todos hicieran lo mismo? ¿Qué pasaría con nuestros grupos, con la Renovación en general, con la misma Iglesia?

LOS MIEDOS

No diré que siempre haya mala voluntad en esas actitudes; más bien creo que hay muchos miedos que nos cohíben, que nos asustan; miedos de no hacerlo bien, miedos de que nos critiquen, miedos de nuestras incapacidades.
Miremos a Pedro que anda sobre las aguas. Bastó que los vientos arreciasen para tener miedo y hundirse. Es lo que nos pasa a nosotros; ante el compromiso, ante las dificultades, los vientos contrarios, tenemos miedos y nos hundimos.
¿Por qué se hundía Pedro? Por tener miedo ante la fuerza del viento.
¿Por qué tuvo miedo? Jesús se lo dice: “Hombre de poca fe. ¿Por qué has dudado?”

Pedro se hundió por miedo y cuantos en la Renovación se hunden también por miedos que surgen de nuestra falta de fe; nos olvidamos de que el Espíritu Santo vendrá en nuestra ayuda; estamos faltos de confianza en el Poder del Altísimo y nuestros corazones están muy cerrados al Amor de Dios. Por ello, ante cualquier situación, ante cualquier decisión que vamos a emprender, siempre nos asalta el miedo. EL Señor solo nos pide nuestro SÍ, nuestra buena voluntad; nuestra entrega al servicio; el resto lo hará El.

Sepamos y comprendamos que el miedo no viene de Dios. El miedo es la falta de confianza en el Señor, en su amor de Padre que vela sobre nosotros y que nada nos va a suceder de malo sin su voluntad, salvo que nosotros mismos lo busquemos. El miedo nos lo introduce el espíritu del mal, porque es el camino por donde nos alejamos de Dios. El miedo es como una cerca, una muralla que nos separa del amor de Dios. Jesús, siempre nos dice: No temáis. Y nos lo repite en múltiples ocasiones: “No temas, solamente ten fe”. “No temáis a los que matan el cuerpo”. “No temas, pequeño rebaño”. “No temáis; vosotros valéis más que muchos pajaritos”. “No temas. Desde ahora serás pescador de hombres”.

Los miedos nos asaltan a todos, dada nuestra condición humana. Por ello, ante cualquier servicio que nos pidan o debamos realizar, no olvidemos de pedir al Señor que nos quite los miedos, que nos sane esta área de nuestro corazón.

Tenemos una gran ventaja para vencer los miedos, cuando trabajamos en Comunidad. Cuando es la comunidad la que nos pide un servicio; cuando es la comunidad la que nos manda realizar un trabajo; cuando es la comunidad la que ora por nosotros y nos respalda al ir a evangelizar. Entonces, no estamos solos; entonces, no obramos únicamente con nuestro criterio; entonces, tenemos más seguridad de que Dios está con nosotros. ¡No podéis imaginar lo que esto nos ayuda a vencer los miedos y a lanzarnos!

Cuando rechazamos el compromiso, cuando no entregamos una parte de nuestra vida en el servicio, en la evangelización, en ayudar al hermano necesitado, cuando el SÍ no fluye de nuestro corazón, nos estamos olvidando de que seremos juzgados en el amor que hayamos dado al hermano: tuve hambre y me diste de comer, tuve sed y me diste de beber, estuve encarcelado y me visitaste, estuve enfermo y me socorriste, etc. Cada vez que lo hiciste con uno de estos mis hermanos más pequeños, conmigo lo hiciste, nos dice Jesús.

¿Qué sucede cuando, después de nuestro SÍ, el Señor nos va transformando en otros Cristos?
¿Qué pasó después de la Anunciación, una vez que María dijo “Aquí está la esclava del Señor? Leamos el evangelio: (Lucas 1, 39-56)
María corre presurosa a casa de su prima Isabel, pues sabe que la necesita. No tiene en cuenta la distancia y el sacrificio.

¿Y qué sucede en la casa de Isabel? Dos cosas. Primera, Juan Bta. en el seno de su madre, da saltos de alegría, es santificado, nos dice la Iglesia, por el mero hecho de la visita de María que lleva a Jesús en su seno.

Segunda cosa, María abre su corazón y empieza a alabar: “Mi alma glorifica al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador.”

¿En donde estuvo la clave de toda esta maravilla? Es Isabel quien lo proclama: “¡Dichosa tú que has creído! Porque lo que te ha dicho el Señor se cumplirá”

Esto es, exactamente, lo que sucede cuando nosotros damos nuestro SI al Señor y nos entregamos, llenos de fe y confianza en el poder del Altísimo, al servicio de los hermanos. Santificamos al hermano y nos santificamos nosotros.

Y referente a esto que estamos diciendo, os quiero decir algo muy concreto y muy real. Tenemos que saber, tenemos que entender, tenemos que estar convencidos, de que siempre que vamos a un enfermo para orar, o hacer un servicio al hermanos, o cumplir un compromiso de servicio, o cuando vamos a evangelizar… Jesús va delante de nosotros, Jesús nos acompaña y es Él, el que mueve los corazones y hace milagros. No es una suposición; es una realidad. Sucedió en María y sucede en nosotros siempre que lo hagamos en fe y buscando únicamente la gloria de Dios. Puedo afirmar esto, porque yo lo he experimentado y vivido. Podría dar testimonio. Otra cosa es, que nosotros veamos o no los resultados. Resultados siempre se producen, aunque no siempre los veamos. Es el mérito de la fe.

Para terminar, permítanme hacerlo con unas palabras de Monseñor Helder Cámara, que vienen en el Cuarto Documento de Malinas:

¡Carismáticos, hermanos míos!
Vosotros que tenéis la gracia de creer que vivimos en la Iglesia un incesante Pentecostés, vosotros podéis y debéis ayudar, enormemente, a la Iglesia de nuestro tiempo, y sobre todo a los cristianos que no saben todo lo que implica el cristianismo.

¡Carismáticos, hermanos míos!
Vosotros que amáis la oración y gustáis permanecer a la escucha del Señor, seguid atentos y vigilantes, tal como nos lo recuerda tan claramente el Evangelio. Para que la oración no aparezca nunca como una coartada de la acción apostólica y social.

¡Carismáticos, hermanos míos!
Mostremos juntos al mundo que el verdadero amor de Dios debe pasar, como desbordamiento, al amor del prójimo. Vivamos juntos el misterio de Pentecostés que fue, y seguirá siendo siempre, un misterio de transformación profunda por el que los tímidos se transforman en apóstoles valientes, fieles hasta el martirio. (Helder Cámara. Documento 3)

Que así sea.


(NOTA: Los Documentos que se hacen referencia aquí, son los Documentos de Malinas, escritos por el Cardenal Suenens.)