La palabra de dios

LA ESPADA DEL ESPIRITU

Cuando leemos la Palabra de Dios escrita puede ocurrir sólo despierte en nosotros una resonancia a nivel emocional. Exactamente igual que si leyéramos un gran autor cualquiera.

Y aun puede ser peor si por cerrazón, dureza o rebeldía del corazón rechazamos positivamente la Palabra.

No son pocos los cristianos practicantes y comprometidos que confiesan abiertamente que la Biblia les dice muy poco y que a la hora de buscar alimento para el espíritu escogerían cualquier otro libro espiritual.

Tiene aquí realidad aquel oráculo del profeta:
-Toda revelación será para vosotros como palabras de un libro sellado, que da uno al que sabe leer diciendo: "Ea, lee eso", y dice el otro: "No puedo, porque está sellado"; y luego pone el libro frente a quien no sabe leer, diciendo: "Ea, lee eso", y dice éste: "No sé leer" (Is 29,11•12).

Es este un estado lastimoso, y todo el que padece semejante analfabetismo cristiano ni siquiera se imagina de qué tesoros espirituales se priva, “no se da cuenta de que es un desgraciado, digno de compasión, pobre, ciego y desnudo”. (Ap 3,17).

Pero la sabiduría de Dios nos habla de “la espada del Espíritu que es la Palabra de Dios”. (Ef 6,17).

-Viva y eficaz, y más cortante que espada alguna de dos filos.
Penetra hasta las fronteras entre el alma y el espíritu, hasta las Junturas y médulas; y escruta los sentimientos y pensamientos del corazón. No hay para ella criatura invisible. (Hb 4,12•13).

Ella sola tiene el poder de despertar eco en los niveles más profundos de nuestro espíritu, allí donde la semilla cae en tierra buena para dar fruto y producir (Mt 13,23). Y esto ocurre por la fuerza del Espíritu, es don de Dios: “Nadie puede recibir nada si no se le ha dado del cielo”. (Jo 3,27)

El Espíritu crea una capacidad, una dimensión de tipo infuso o intuitivo para recibir la Palabra de forma que sea para nosotros “palabra de vida eterna” (Jo 6,68), pues siendo palabra del Espíritu ha de ser palabra de vida.”¿No es mi Palabra como el fuego?” (Jr 23,29), nos dice por el profeta.

San Pablo diría: “un espíritu de sabiduría y de revelación para conocerle perfectamente, iluminando los ojos de vuestro corazón...” (Ef 1,17•18).
?Se da entonces una experiencia carismática de la Palabra de Dios. Los discípulos de Emaús vivieron esta experiencia: “empezando por Moisés y continuando por todos los profetas, les explicó lo que había sobre El en todas las Escrituras» (Lc 24,27).
¿Cual fue el resultado? Tuvieron un conocimiento carismático de la Palabra como nunca jamás habían tenido, a pesar de haberla escuchado muchas veces: “¿No estaba ardiendo nuestro corazón dentro de nosotros cuando nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?” (Le 24,45).

Una de las consecuencias del Bautismo en el Espíritu es el descubrimiento de la Palabra con un corazón ardiente. Es descubrir un sentido más profundo, como si fueran palabras que empiezan a iluminarse y a destellar: “al abrirse, tus palabras iluminan dando inteligencia a los sencillos” (Sal 119,130).
Entonces se pasaría uno horas enteras con la Biblia en la mano gozando y saboreando la Palabra de Dios.

Esta experiencia vital de la realidad de Dios a través de la inteligencia gustosa de su Palabra debe llegar a hacerse normal en nuestra vida.
Como parte del Seminario de las siete semanas para recibir el Bautismo en el Espíritu, se requiere dar una iniciación bíblica tendente a hacer descubrir este tesoro de vida que todos tenemos tan al alcance de nuestras manos, Insistiendo firmemente que “desconocer la Escritura, es desconocer a Jesucristo” (S. Jerónimo).

Mucho se ha avanzado en la Iglesia a partir del Vaticano II en lo que se refiere a la relevancia que hay que dar a la Escritura tanto en el culto litúrgico como en la espiritualidad personal.
Pero aun se necesita mucho más para que la Biblia deje de ser el “libro sellado” para tantos cristianos, para que la Palabra no se quede tan sólo en la lógica glacial de la inteligencia, sino que sea alimento que se recibe con sabiduría y revelación interior del Espíritu.

Que para cada uno de nosotros abrir la Biblia sea experimentar la presencia del Señor que le habla “a su corazón” (Os 2,6).




EL GRUPO ABIERTO A LA PALABRA DE DIOS

Por Luis Martín

La Palabra de Dios tiene una fuerza especial cuando se lee o comenta en comunidad. Y todavía más cuando hay un clima profundo de oración.

Esto lo comprobamos en nuestros grupos de oración. ¿A quién de nosotros no le ha ocurrido que los textos que se han leído en tal momento parece como si estuvieran dirigidos y pensados para mí mismo y me pusieron el dedo en la llaga?

Y lo que se puede decir de cada persona, sucede también al grupo entero, en el que la Palabra crea una presencia viva del Señor y acentúa la unidad de todos los miembros.
Es esta una de las formas privilegiadas que utiliza el Señor para hablarnos y fortalecernos en grupo, “para que con la paciencia y el consuelo de las Escrituras mantengamos la esperanza” (Rm 15,4).

La Palabra de Dios tiene una actualidad perenne: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Lc 21.33). Y cuando la escuchamos nos habla aquí y ahora mismo.

Se repite la escena de la sinagoga cuando entró Jesús y le invitaron a leer: “Esta Escritura que acabáis de oír se ha cumplido hoy” (Lc 4,21).
Lo importante es, por consiguiente, saber aprovechar el hoy y el ahora de la Palabra de Dios.

APERTURA Y RECEPTIVIDAD

Para que esto ocurra han de coincidir dos factores importantes:

- El primer factor siempre se da: es la realidad objetiva de la Palabra de Dios que es fuego y vida y que por si misma tiende a iluminar y comunicar vida: “así será mi Palabra, la que salga de mi boca, que no tornará a mí de vacío, sin que haya realizado lo que me plugo y haya cumplido aquello a lo que la envié” (Is 55,1).

La Escritura “llama dioses a aquellos a quienes se dirigió la Palabra de Dios -y no puede fallar la Escritura” (Jo 10,35).

- Se requiere un elemento subjetivo: nuestra apertura y receptividad a la Palabra. Es la actitud que tuvieron los Tesalonicenses que “abrazaban la Palabra con gozo del Espíritu” (1 TS 1, 6), “no como palabra de hombre sino cual es en verdad, como Palabra de Dios, que permanece operante en vosotros, los creyentes” (1 Ts 2,13).

Si la Palabra no produce efecto, si pasa como el agua sin calar en la roca, quizá no haya encontrado la disposición mínima para que la semilla eche raíz.
La actitud interna del conjunto del grupo es entonces algo primordial.

ELEMENTOS EXTERNOS

Para favorecer esta actitud, nos ayudarán ciertos elementos externos que hemos de tener en cuenta:

-Todos debemos acudir al grupo con nuestra Biblia en la mano, y todos debemos utilizarla siempre que se lea algún texto. El que lee un texto que dé la cita y espere a que se busque.

Es el único libro que debería leerse en el grupo.

La oración debe proceder y desarrollarse a base de textos bíblicos.

- La lectura sea con unción y respeto a algo sagrado que estamos proclamando, con claridad, solemnidad y gravedad. Nunca precipitadamente, lo cual es falta de respeto a la Palabra.

- Los textos que se lean han de ser en forma armónica: en cada momento se lean aquellos que estén en relación con el tema en el que se centra la oración. No lean textos muy largos, lo cual sería en detrimento de la atención y de la oración.

- El texto leído debe acogerse en adoración y alabanza. A veces exigirá cierto silencio. Pero que nunca caiga en el vacío, es decir, no lo dejemos pasar sin aprovechar su contenido, ni se lea inmediatamente otro.

ABRIENDO AL AZAR

Abrir la Biblia al azar, como si el texto que nos saliera fuera el mensaje que Dios nos dirige, hemos de decir que no es la forma de hablarnos Dios. Tampoco la Biblia es un instrumento de adivinación, ni Dios se somete porque queramos nosotros a darnos una respuesta ahora mismo a lo que necesitamos saber.

Sin embargo habrá veces en que queramos hacer una interpretación o una aplicación de la Palabra leída a una situación concreta.

La Palabra de Dios escrita siempre tiene una autoridad que es pública, reconocida como divinamente inspirada, y de aplicación universal para el Pueblo de Dios de todos los tiempos.

Cuando se aplica un pasaje determinado a una situación concreta de una comunidad o de un individuo y se hace con espíritu de fe, puede ser que se dé un uso “profético” de la Escritura.

Si queremos hacer uso “profético” de la Palabra de Dios, hemos de tener en cuenta las reglas del discernimiento para el mismo y que son las mismas que se dan para la profecía en general:

- “Si es el don de profecía, ejerzámoslo en la medida de nuestra fe” (Rm 12,6): lo cual significa que la profecía, lo mismo que la aplicación - profética - de la Escritura, ha de ser siempre para edificar la fe. Y para discernirlo habrá que ver si está de acuerdo con la fe común de la comunidad, tal como se contiene en el resto de la Escritura y es interpretada por la enseñanza de la comunidad eclesial.

- De una forma u otra ha de contribuir a dar testimonio de que Jesús es el Señor y todo lo que esta profesión de fe encierra.

- “Ninguna profecía da la Escritura puede interpretarse por cuenta propia” (2 Pe 1,20): es una afirmación posterior de lo que Pablo había dicho antes sobre la profecía en la comunidad, que debía ser discernida en la comunidad, bien por los profetas o bien por la comunidad corno un todo (1 Co 14,29). Al decir la comunidad como un todo se presupone la predicación y enseñanza de los Pastores que el Señor ha puesto al frente de su Iglesia.

Si vemos que el Señor nos quiere dar un mensaje aquí y ahora a través de su Palabra, la aplicación de la Palabra de Dios es vida que Él da para sus hijos, y el Espíritu de Dios nunca se contradice, sino que siempre edifica, orienta, consuela, ilumina y fortalece.

TESTIMONIO:

“Por otra parte yo creí que conocía suficientemente la Biblia. La había estudiado durante años como todos los sacerdotes, pero después de recibir el Bautismo en el Espíritu tenia la impresión de que empezaba a leer por primera vez ciertos pasajes de la Escritura, como por ejemplo los capitulas 16 y 17 de Juan, las Epístolas de Pablo sobre la presencia de Cristo en nosotros... frases que había leído tantas veces sin conocerlas ni vivirlas verdaderamente. En adelante la Biblia se convirtió para mí en alimento diario” (P. Amadeo Cencini, Doctor en Medicina y en Psicología, animador de la R.C. italiana).


SE PRESENTABAN TUS PALABRAS Y YO LAS DEVORABA; ERA TU PALABRA PARA MI UN GOZO Y ALEGRIA DE CORAZON, PORQUE SE ME LLAMABA POR TU NOMBRE, YAHVEH, DIOS SEBAOT (Jr 15,16).




LA ORACION PERSONAL CON LA BIBLIA

Por PALMYRA DE OROVIO


“MAESTRO ENSEÑANOS A ORAR” (Lc 11,1)

Hace unos años antes de vivir en la R.C. creíamos que sabíamos orar.

En aquella oración había mucho de reglas, métodos y tiempo cronometrado. Éramos fieles a aquel sistema y era válido para entonces. Pero hoy nuestra oración ha tomado otro cariz muy distinto. Los textos preparados, ciertas expresiones, no nos van. El único libro, si es que necesitamos alguno, para nuestra oración es la Biblia.

¿Cómo utilizar nuestra Biblia en la oración particular?

Busquemos un pasaje de acuerdo con la situación de nuestro espíritu en el momento dado. Invoquemos la asistencia del Espíritu Santo, pidamos la sabiduría “que da a todos generosamente”, pidamos “con fe, sin vacilar” (St 1,5-6). Partamos siempre del supuesto de nuestra ignorancia e indigencia ante la Palabra de Dios.

Leamos después detenidamente, abiertos a la presencia de la Verdad que nos habla. No ha de ser un ejercicio de reflexión mental. Estemos precavidos porque es lo que tendemos a hacer.

La Palabra de Dios es Vida que nos desborda, que crea y construye, que nos remueve interiormente para hacernos más a la medida de Dios. Todo depende en parte de nuestra disposición, de nuestra atención e interés, del hambre que tenemos de Dios, de si sabemos como María estar sentados a los pies del Señor y escuchar su Palabra (Lc 10,38-42).

A veces lo único que necesitamos es acallar todo en nuestro interior, aquietar el alma y dejar que el Señor nos sorprenda con su presencia y cercanía: “Cuando un sosegado silencio todo lo envolvía y la noche se encontraba en la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, cual implacable guerrero, saltó del cielo, desde el trono real, en medio de una tierra condenada al exterminio” (Sb 18,14-15).

PRESENCIA DE DIOS POR SU PALABRA

Dios está siempre muy cercano a nosotros, con una presencia que tal vez no percibimos, porque nuestra fe está a veces tan condicionada por deseos humanos, temores o distintas preocupaciones.

La palabra de Dios recibida tal como hemos dicho crea siempre una actitud de fe que llega a acentuar el sentido de la presencia de Dios en nosotros. Decir el sentido de la presencia de Dios es decir también el sentido del amor que Dios nos tiene, de la elección eterna por la que el Señor nos está llamando a cada uno por nuestro propio nombre, el misterioso nombre escrito en la piedrecita blanca (Ap 2,17), que encierra todo el designio que Dios tiene sobre nosotros.

A diferencia de la palabra humana que es un signo mental para expresar nuestro pensamiento, la Palabra de Dios, tal como la recibimos de la Sagrada Escritura, es como una Persona que sale a nuestro encuentro y nos declara su amor, llamándonos desde lo más íntimo de nuestro ser y alentándonos con la gran capacidad que tenemos de bien gracias a la acción de su Espíritu.

ES UNA PALABRA PERSONALIZADA

Cuando leemos la Palabra de Dios en oración, esta Palabra se dirige a cada uno de nosotros tal como nos hallamos sumergidos en nuestro entorno interior y exterior. Quizá no nos dé una respuesta inmediata al problema que nos preocupa, pero si nos dará luz suficiente para abordar el problema con la visión de Dios o quizá nos sitúe en la misma onda divina en la que no nos hallábamos antes, de forma que nos ponga en actitud de pensar, sentir y querer como Dios quiere. Esto es lo que necesitamos. De esto depende nuestra paz, pero también nuestra fortaleza y que el poder de Dios se manifiesta en nuestra vida.

Entonces ya no necesitamos buscar una respuesta. Habremos empezado a experimentarla.

La Palabra que leemos puede producir también una operación substancial: es decir, crear en nosotros aquello mismo que significa. En los Salmos Dios pone en nuestros labios la Palabra que es respuesta: “Yo, Yahveh, soy tu Dios, que te hice subir del país de Egipto; abre tu boca, ?y yo la llenaré” (Sal 81,111, “mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo (Sal 84,3).

Podemos acudir a los Salmos cuando nos hallemos en una situación en la que la Palabra de Dios leída no nos diga mucho. Otras veces podemos tomar frases sencillas de la Biblia y repetirlas durante varios minutos, al estilo del Peregrino Ruso: “Señor, si quieres puedes Limpiarme” (Mt 8,2). “Ten piedad de mí, Señor” (Mt 15,22). “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1,38).

Otras veces basta leer y gustar la Palabra de Dios.




¿COMO ENTENDER LA BIBLIA?

Por RODOLFO PUIGDOLLERS

Es el Espíritu Santo quien nos hará comprender la Biblia. Pero para poder escucharlo con mayor fidelidad es conveniente que sepamos algo sobre la forma como está escrita la Biblia.

Cuando hablamos o escribimos no siempre lo hacemos del mismo modo. A veces narramos objetivamente un hecho ocurrido, otras veces usamos una comparación, otras damos la interpretación de lo ocurrido, o entonamos un canto. Según nuestra forma de hablar o de escribir así deberemos ser escuchados o leídos: una parábola no es un libro científico, ni una poesía un libro de historia.
En la Biblia hay muchas formas de hablar, utilizadas además por un pueblo que tenia una cultura muy distinta de la nuestra. Estas distintas formas de expresarse se llaman técnicamente géneros literarios. Recojamos algunos de los principales:

1. Narración histórica: los pueblos antiguos no escribían la historia de una forma objetiva y científica como lo hacemos modernamente. Buscaban siempre una interpretación que les ayudase a entender el presente.

2. Novela histórica: en ellas el autor busca narrar una historia edificante, aunque tenga que inventarse muchos datos. En la literatura moderna pensemos. por ejemplo, en Quo Vadis?, Fabiola, Ben-Hur. En la Biblia, el libro de Tobías, la historia de José (Gn 37-50), etc.

3. Evangelio: su finalidad es ponernos en relación con Jesús resucitado que está presente en la comunidad cristiana. Utilizan la forma narrativa para que se vea claramente que no se trata de un mensaje ó de unos valores, sino de la predicación de una persona: Jesús.

4. Saga: forma de expresarse muy cercana a la leyenda religiosa y al mito. Es una narración popular que intenta responder a alguna pregunta sobre el hombre o sobre algún hecho. Así la leyenda sobre el origen del mundo (Gn 1.1-2,4a), o sobre las dificultades de convivencia entre hombres y mujeres, entre hombres y animales, entre el hombre y la tierra [Gn 2,4b•3.24), o sobre las luchas entre pastores y agricultores (episodio de Caín y Abel), etc.

5. Salmo: canto religioso acompañado con instrumento de cuerda.

6. Género apocalíptico: es una forma de escribir muy lejana de nuestra sensibilidad. A través de imágenes de gran fuerza poética, el autor quiere producir unos sentimientos: confianza, exigencia radical, responsabilidad, admiración, etc. Así, por ejemplo, en el Apocalipsis, en los textos sobre el fin del mundo, etc.

7. Profecía; 8. Parábola; 9, Genealogía.

Si tenemos en cuenta la norma, cada texto hay que entenderlo según el género literario en que fue escrito evitaremos muchas incomprensiones equivocadas y muchas discusiones inútiles. Nos referimos muy especialmente a los textos sobre la creación del mundo y a los textos sobre el fin del mundo. Si leemos un texto de forma equivocada, difícilmente el Espíritu Santo podrá inspirarnos. Abramos las puertas al Espíritu leyendo los textos según fueron escritos.

INVESTIGAD LAS ESCRITURAS ¡¡¡ELLAS SON LAS QUE DAN TESTIMONIO DE MI!!! (10 5.39)