KOINONIA 64

La escucha de la Palabra

por Violaine Aufauvre


Este artículo es un resumen de una charla dada en julio de 1981 en la sesión de Poermel. Ha sido publicada en la revista "Thimothée" (diciembre 1983, pp.5-l0 y 15). La traducción es de la Hna. Palmyra de Orovio.

Hablaremos de la escucha de la Palabra de Dios en nuestras asambleas de oración fijándonos en la actitud pedagógica de Cristo. Recordaremos ante todo nuestra VOCACION profunda: SER "OYENTES" DE LA PALABRA de Dios. Después miraremos sin complacernos en ella, la realidad: todos somos un poco sordos.

Oímos mal por motivos biológicos, psíquicos y espirituales. Vamos a hacer, pues una especie de cuadro clínico que nos ayude a mirar frente lo que nos impide oír bien. Semejante diagnóstico, podría entristecer, pero la Palabra misma de Dios nos reconfortará; meditando la parábola del sembrador, acogeremos el don de la Trinidad, ofrecido a todo hombre, el Espíritu nos abrirá los oídos del corazón, que sobrepuja nuestra audición imperfecta.

NUESTRA VOCACION: SER OYENTES DE LA PALABRA

Todo hombre está llamado a escuchar la Palabra de Dios. En la Renovación nos gusta cantar: "Shemá, Israel", "Escucha Israel". Hemos recibido este canto de la más profunda tradición bíblica; es la profesión de fe de todo judío que empieza por este versículo: ¡Escucha, Israel! El Señor nuestro Dios es el Señor UNO" (Dt 6 ,4).

La vocación profunda del pueblo de Dios, es estar a la "escucha". Escuchar es fundamental. Escuchar es atender a alguno, volverse hacia él para oír lo que desea, lo que quiere. En la Biblia el hombre se vuelve hacia Dios con todo su ser para escucharle; es el corazón del hombre el que escucha a Dios con su voluntad, su afectividad, su inteligencia, todo su ser. Escuchar a Dios, es salir de sí mismo para acogerle tal cual es, tal como se entrega en nuestras asambleas de oración.

Vamos a considerar las múltiples razones que nos hacen entender mal la Palabra de Dios en nuestras asambleas de oración. Para mejor estudiarlas distinguiremos tres planos: biológico, psíquico y espiritual; pero es importante no olvidar que el hombre es único. Tenemos un sólo dinamismo vital que es a la vez biológico, psíquico y espiritual.

ESCUCHA DEFECTUOSA POR RAZONES BIOLOGICAS:

La Asamblea de oración es un cuerpo, biológico en primer lugar, formado por hombres y mujeres que tienen oídos con una audición más o menos fina. Las causas de una audición defectuosa serán en primer lugar:

1. LA SORDERA. Algunas personas de la asamblea entienden con dificultad lo que se musita casi en voz baja. Piden, a veces, se hable más alto. Con demasiada frecuencia no tenemos en cuenta a hermanos y hermanas que son duros de oído. Recuerdo una gran asamblea de oración en la que no se dudaba de hacer circular un micro para que todos pudiesen oír la oración de cada uno. Si el Señor nos reúne en asamblea es para que podamos escuchar su palabra proclamada a través de lo que nuestros hermanos y hermanas viven tanto en sus testimonios como en sus oraciones.

2. POCA VOZ. No tenemos todos una voz que arrastre. Es mi caso. Tal vez pueda hacerse un aprendizaje, una reeducación. Pienso en una persona que hablaba entre dientes y a media voz; sencillamente le pedimos que levantase la cabeza y hablase de frente. Es un detalle pequeño, pero tiene más importancia de lo que parece.

3. LA DISPERSION. Ciertos grupos, aun si rezan en una habitación pequeña, tienen la costumbre de instalarse lo más lejos posible del centro. En las iglesias, los primeros bancos, los más cercanos al altar quedan casi siempre vacíos mientras los del fondo, están llenos. La palabra se pierde en el vacío. Entre los servicios importantes de toda asamblea de oración está la organización material: animar a las personas a ponerse en círculo, a ocupar el centro del espacio. Ciertamente hay que respetar a los que tienen un corazón de publicano y que prefieren quedarse al fondo de la sala, algo alejados del círculo: pero se les puede insinuar diciéndoles es caridad para que la oración sea audible.

ESCUCHA DEFECTUOSA POR RAZONES PSIQUICAS:

Hay enfermedades de orden psíquico que dificultan a la Asamblea la audición de la Palabra de Dios. El psiquismo es el principio de organización de todo ser vivo, lo que permite vivir, ser él mismo. La finalidad de esta organización es que la vida brote de nosotros y pueda ser acogida por nosotros.

Nuestras enfermedades psíquicas bloquean algún nivel de esta organización, el movimiento de vaivén, de salida y entrada, de exteriorización e interiorización. La vida no pasa ya, no se comunica, no circula. En la Renovación estos bloqueos nos son conocidos cuando vemos que desaparecen en la sanación interior. La vida estaba detenida, paralizada y se manifiesta como liberada.

En las asambleas de oración, las enfermedades psíquicas dificultan el escuchar la Palabra, sean personales (debido a una persona de la asamblea) o comunitarias (propias de toda asamblea). Citaremos las más corrientes.

1. LA ANGUSTIA. Puede manifestarse de muchas maneras, a nivel de todo el grupo o a nivel personal. Con frecuencia puede reconocerse por el fenómeno de la repetición. Por ejemplo una joven que asiste a la asamblea hace más de cinco años, se expresa frecuentemente del mismo modo. En cuanto alguno habla de la paz o de la alegría que le da el Señor, replica enseguida: "Sí, Señor, estaba inquieta... y hoy tú me has dado la paz. Te doy gracias porque mis compañeros de trabajo se han dado cuenta de mi paz y han creído en Tí". El mismo esquema se repite regularmente. Su enfermedad psíquica hace que en vez de acoger una Palabra de Dios que manifieste la paz que el Señor da a su pueblo, esta joven vocea su angustia. Tras sus palabras hay en realidad:

"Te doy gracias, Señor, porque apaciguas mi sensibilidad". Pero como la Palabra de paz no ha sido acogida en verdad, no hay pacificación y siempre hay que empezar de nuevo. Esta joven necesita una verdadera sanación interior.

Todos tenemos de un modo u otro una enfermedad de esta clase; un comportamiento repetitivo, un proceso parecido que aparece regularmente cuando en la oración salen ciertos temas, es síntoma claro de tales enfermedades.

Es importante que el núcleo de la asamblea de oración tome muy en serio estas enfermedades. ¿Por qué prescindir de un hermano o una hermana cuando nos descubre el mal que le hace sufrir y que estorba a la Asamblea para escuchar la Palabra? El núcleo debe ayudarla a emprender un camino de curación.

2. BULIMIA DE LA PALABRA DE DIOS. Esta enfermedad se origina por diversas causas. Por ejemplo, un responsable reconocido como tal en la Renovación pasa a otra Asamblea y declara: "no estáis bastante bajo la moción del Espíritu, porque en vuestra oración no hay suficientes palabras de Dios". Y he aquí que el núcleo se culpabiliza y esta culpabilidad provoca una bulimia: y sucede que resulta imposible acoger, escuchar una palabra porque en cuanto se proclama un texto, sigue enseguida otro... y resulta como una cascada de palabras que se ahogan unas a otras. La culpabilización es una enfermedad psíquica que envenena la vida y conduce a la muerte.

3. LO OPUESTO, ANOREXIA DE LA PALABRA DE DIOS. Un grupo está persuadido que en la Renovación, el don del Espíritu se manifiesta ante todo por los testimonios. Y he aquí que todos se fatigan para aportar su testimonio, lo que ciertamente es laudable. Pero que hace imposible escuchar la Palabra que viene de Dios y nos libera en profundidad.

4. EL SILENCIO. Hay silencios que son acogida, contemplación, pero un grupo en exceso silencioso con frecuencia es un grupo que tiene miedo. Con frecuencia este miedo nace al denigrarse lo que se vive; se juzgan ciertas actitudes de un modo irónico, se hacen comentarios negativos. Cierto grupo vivía cierta liberación y se toleraban oraciones un tanto "extrañas". Sabemos que con frecuencia hay una cierta embriaguez desmesurada, cuando el Espíritu nos libera. Ante las críticas que vienen del exterior, el núcleo tiene miedo y decreta: "Antes de hablar en la Asamblea, cada uno pondrá por escrito la palabra que desea decir". A partir de este día el miedo del núcleo se comunica a toda la asamblea y empieza a reinar el silencio.

5. LA INTERCESION y LA LAMENTACION. Hay asambleas que poco a poco se transforman en un grupo de intercesión o de lamentación.

Cuando los bloqueos psíquicos personales o colectivos en una asamblea de oración son fuertes, la vida está trabada, el Espíritu no puede manifestarse en la Asamblea con la espontaneidad propia de la Renovación. Nos convertimos entonces en uno de esos grupos de oración que meditan en común u oran en gran silencio. A no ser que esto lleve a una verdadera verborrea que podría confundirse con una predicación continua y agotadora. No se reconocen ya los signos que caracterizan a una asamblea de oración de la Renovación.

Una asamblea de Renovación es válida cuando una multitud, conducida por el Espíritu se reúne en torno a Cristo: poco a poco se establece un diálogo entre Cristo y las personas presentes, que se convierten en hermanos y hermanas, una comunidad fraterna. No se trata de una asamblea litúrgica ni de una reunión de personas que oran. Son hermanos y hermanas que se escuchan mutuamente al dialogar con Cristo o por el hecho de su comunión dialogan entre sí, movidos por el mismo Espíritu recibido de Cristo. A la oración de mi hermano, responderé con la oración que el Espíritu suscita en mi corazón. La riqueza de la asamblea se reconoce por la calidad de ese diálogo entre Cristo y todos, entre cada uno y sus hermanos.

La asamblea vivirá modos distintos nacidos en una sucesión que el Espíritu inventa: la palabra de Dios acogida se hará meditación, luego contemplación y de ella podrá brotar una oración que será "dada". Y como nuestras asambleas de oración, son ante todo asambleas de alabanza, la Palabra me hará comprobar incesantemente mi realidad de criatura hecha para alabar y llevarme siempre hacia el Padre.


ESCUCHA DEFECTUOSA POR CAUSAS ESPIRITUALES:

El Espíritu que nos mueve en nuestras asambleas de oración no es siempre únicamente el Espíritu Santo. Hay enfermedades en una asamblea de oración cuando el viento que sopla no es el espíritu de las Bienaventuranzas. Estas enfermedades son, naturalmente muy numerosas.

1. LA RACIONALIZACION.
Se manifiesta sutilmente bajo formas diversas. Por ejemplo, la obligación de encontrar el "hilo rojo" de la asamblea de oración.

El mal es sutil, porque es bueno descubrir lo que el Señor ha dado a la asamblea. Cristo está entre nosotros, nos volvemos hacia El; nos hablará del Padre y esta revelación será para nosotros manantial de vida. Al terminar un hermano o una hermana que han estado a la escucha, sintetiza: "Esta noche, Cristo nos ha revelado la paciencia del amor del Padre... ". Esto da fuerza al grupo que de este modo puede guardar mejor el don recibido. Pero se ha producido un desplazamiento sutil. Consiste en decir: "De todos modos, Dios debe decirnos siempre algo coherente". Es necesario que "esto" suceda.

Entonces, a veces, por frases pseudo-teológicas, se procura recuperar algo de lo dicho en un discurso coherente que no tiene nada que ver con la realidad profunda de la oración de aquella tarde. Y si no es posible encontrar un hilo rojo, se corre el riesgo de aventurar un juicio: "este grupo no está en comunión".

Esta enfermedad espiritual es muy grave porque lleva a un juicio que mata la vida. Es desconocer el misterio de la Trinidad que se da entre nosotros en una relación de amor. Una relación de amor rara vez es lógica. El amor se da a personas en las que hace brotar la vida. Testimoniar esta vida que nos ha sido dada es lo que hay que decir al finalizar una asamblea de oración. Pero intentar explicar gracias a un "hilo rojo" como se ha dado Dios, no es seguro sea siempre manantial de vida.

2. LA OBSESION DE LOS CARISMAS. Ciertamente estamos en la Renovación, y en la Renovación creemos que el Espíritu da carismas en abundancia para la construcción de la asamblea. Pero ¡de ahí a vivir una real "caza de carismas"! La enfermedad está en eso: ya que somos carismáticos, es preciso que cada hermano y hermana tenga un carisma reconocido y lo ejerza. De ahí que se sienta impelido a ejercer su o sus carismas.

El carisma más peligroso es el de la profecía: con frecuencia, casi se impone a alguno que sea profeta. Ciertamente todo cristiano es profeta cuando transmite una palabra que viene de Dios y Se revela manantial de vida para un hermano o hermana. Pero el carisma de profecía que expresa el deseo de Dios para la asamblea es un don que debe reconocerse tal por sus frutos. No se trata de institucionalizarlo, como tampoco tener grupos de profetas esforzándose en dar profecías. Ya que es un don gratuito de Dios, una profecía no puede programarse.

Ysin embargo los carismas deben ser reconocidos. ¿Cómo sabré si tengo tal o cual carisma? ¡Basta ejercerlo! No hay que detener el carisma que nace en ti, ejércelo. Por ejemplo, si una persona os pide recéis por su curación, orad según su deseo. Si se cura reconoced que en ti se ha ejercido un carisma de curación.

3. LA IDEOLOGIA. Cierta teología sobre lo que debe ser una asamblea de oración lleva a distribuir "papeles" y con frecuencia a congelar el grupo.

El Espíritu engendra en nosotros un movimiento de caridad, un deseo de servir: somos en la asamblea humildes servidores unos de otros. No tenemos que representar "papeles", Sin embargo, con frecuencia encerramos a los otros en funciones y papeles. El pastor del grupo es el que sufre con mayor frecuencia el peso de nuestro pecado. Exigimos que responda a nuestra ideología de jefe. Por ejemplo en ciertos grupos, sólo el pastor dará la Palabra de Dios. Ciertamente puede suceder que en un momento dado, para remontar la comunión en el grupo será bueno que el Pastor dé esta Palabra. Pero es cosa distinta afirmar como ley absoluta: "Sólo el pastor da la Palabra de Dios". De este modo impiden al Espíritu escoger otro miembro de la asamblea para nutrir la palabra de Dios, se impide a tal hermano comunicar la vida que el Espíritu ha puesto en él para todos. En otro grupo, no podía empezarse a rezar o cantar si el pastor no estaba presente. Y, como el pastor suele estar solicitado en cuanto llega, quedaba retrasada la oración. La ideología hacía de él un maestro de ceremonias.

Nuestra ideología y nuestros modos de concebir el lugar y el papel de unos y otros pueden pervertir la caridad, cuando el Espíritu inspira a cada uno la actitud de servidor que edifica la asamblea ofreciendo sus carismas con humildad y gratuidad.

Evoquemos al Buen Pastor. Cristo, buen pastor, ¿no toma el último lugar? De hecho un pastor va tras las ovejas; no va delante sino cuando debe guiarlas. Cada oveja debe dejar brotar de ella, la vida, vida de caridad, vida carismática que el Espíritu le ha dado. Pero no podrá dejar brotar esta vida si el pastor no la anima. El pastor es aquel que asegura, que acoge, que tiene actitudes de padre y madre; anima a cada hermano y hermana para que pueda expresar la vida del Espíritu que habita en su corazón; es él quien ayudará al que recibe un carisma de profecía a no temer exponerlo. Sueño con un pastor que actúa con una delicadeza maravillosa. En su grupo, había una persona ligeramente trastornada; ella lo sabía y tenía suficiente humildad para reconocerlo. Alguien le dijo que su oración le había reconfortado, ella fue a encontrar al pastor y le dijo: "No me atrevo a decir lo que llevo en el corazón porque sé que estoy un poco desequilibrada". El pastor le respondió: "Durante la asamblea de oración ponte a mi lado; si noto que en lo que dices te pasas de raya te daré un codazo". Esto parece sin importancia, pero desde entonces, esta persona tiene una oración llena de vida para muchos. El pastor le da sencillamente un codazo cuando se excede algo en las palabras. He ahí la actitud del buen pastor, ser servidor para que la vida que alberga el corazón de un hermano o de una hermana pueda brotar y hacer crecer la asamblea.

Partiendo de esta sucinta enumeración de algunas enfermedades concernientes a la escucha de la Palabra, podremos reconocer nuestras propias enfermedades y tal vez, sin hacer en ello hincapié, también lo que falta en nuestros grupos de oración.