El Bautismo como sanación

MES DE FEBRERO DEL 2002.

EL SACRAMENTO DEL BAUTISMO,

FUENTE DE SANACIÓN.

Un día, en la mayoría de los casos, siendo pequeños, recibimos las aguas bautismales, y también en la mayoría de los casos, ahí quedó eso. Lo hemos recordado, a lo máximo, y muy pocas veces el sentido del bautismo lo hemos revivido, salvo cuando hemos asistido a un acto en donde se han renovado las promesas bautismales.

Hemos olvidado que por el bautismo, los hombres, "libres del poder de las tinieblas, muertos, sepultados y resucitados con Cristo, reciben el Espíritu de los hijos de adopción y celebran con todo el pueblo de Dios el memorial de la muerte y resurrección del Señor". (Vat. II. Ad gentes, n 14)

Así, pues, por el bautismo los hombres reciben la más grande de las sanaciones, los liberan del poder del mal, les perdona todo pecado y quedan puros e inmaculados, convertidos en nueva criatura por el agua y el Espíritu Santo.

No hay momento, en la vida del hombre, más grande que el de su bautismo, porque a través del mismo recibe la mayor de las sanaciones. Pero hay más; el bautismo imprime carácter, señal indeleble, es fuente perenne, para que perdure a través de la vida, lo que se recibió en un momento dado.

Que actualicemos cada día nuestro bautismo, dependerá de nosotros.

Que recibamos la sanación del bautismo cada día, será nuestro reto.

Siento con pena que los cristianos no nos aprovechamos del tesoro que tenemos en nuestras manos, y no obstante corremos desesperados hacia otras aguas buscando sanación.

Pretendemos ayudar a nuestros hermanos, haciéndoles descubrir el valor del bautismo, presentando y comentando algunos textos del rito del bautismo.

El acto del bautismo es un acto libre de la persona, que dará su consentimiento personalmente o a través de sus padres y padrinos. Es un punto muy importante a tener en cuenta; Es el primer paso en el rito bautismal.

A continuación se ora por los que se van a bautizar y por sus padres y padrinos, por la responsabilidad que van a contraer.

Antes de entrar en la liturgia del sacramento, el sacerdote dice una oración de exorcismo con estas palabras:

"Dios todopoderoso y eterno, que has enviado a tu Hijo al mundo, para librarnos del dominio de Satanás, espíritu del mal, y llevarnos así, arrancados de las tinieblas al Reino de tu luz admirable; te pedimos que este niño (o esta persona) lavado del pecado original, sea templo tuyo, y que el Espíritu Santo habite en él. Por Cristo nuestro Señor. Amen."

Otra fórmula de la oración de exorcismo dice así: "...Por la fuerza de la muerte y resurrección de tu Hijo, arráncalos del poder de las tinieblas y, fortalecidos con la gracia de Cristo, guárdalos a lo largo del camino de la vida."

Con estas oraciones, el sacerdote, en nombre de la Iglesia, está pidiendo que los que se van a bautizar se vean libres de todo pecado para que sean templo del Espíritu Santo, y esto a lo largo del camino de la vida. La sanación que se pide es para todos los días de la vida.

Para que lo entendamos mejor, haremos una oración pidiendo la sanación de una enfermedad física. "Dios todopoderoso, por la fuerza de la muerte y resurrección de tu Hijo, arranca el cáncer que invade y está pudriendo este cuerpo y devuélvele la salud completa para todos los días de su vida". ¡Cuál no sería nuestro asombro si esto se realizase! Y no nos damos cuenta que el bautismo hace algo mucho más grande, con toda la eficacia y siempre.

Y para cubrir de fortaleza al nuevo bautizado, prosigue el celebrante:

"Para que el poder de Cristo Salvador te fortalezca, te ungimos con este óleo de salvación en el nombre del mismo Jesucristo. Señor nuestro, que vive y reina por los siglos de los siglos. Amen".

Se hace la unción en el pecho con el óleo de los catecúmenos, consagrado por el obispo en Semana Santa.

La liturgia del sacramento nos presenta un elemento esencial: el agua. El agua que es vital para la vida de las plantas, de los animales y del mismo hombre. El agua, pura y cristalina, que lava y limpia toda suciedad. Esa misma agua es escogida en el sacramento del bautismo como el símbolo de lo que realmente hace el bautismo en el hombre: limpia toda mancha y da vida nueva. Por eso el celebrante, antes de proseguir el acto, recuerda a todos los presentes la admirable providencia de Dios, que ha querido santificar el alma y el cuerpo del hombre por medio del agua.

La bendición del agua bautismal, que se hace en estos momentos, viene a recordar los diversos momentos de la historia de Israel (el diluvio, el paso del mar Rojo, Jesús bautizado con el agua del Jordán) en donde el agua fue protagonista y símbolo de lo que se iba a realizar a través de Cristo. Termina con esta oración, mientras el celebrante toca con su mano derecha el agua:

"Te pedimos, Señor, que el poder del Espíritu Santo, por tu Hijo, descienda sobre el agua de esta fuente para que los sepultados con Cristo en su muerte, por el Bautismo, resuciten con él a la vida. Por Jesucristo nuestro Señor. Amén".

Hay un momento muy importante en la liturgia del sacramento. Dios, por Cristo, va a realizar una obra admirable en el bautizado, que solo Él lo puede realizar. Pero Dios no actuará, en ningún momento, contra nuestra libertad y es ahí en donde se le pide:

Renunciar a Satanás, a sus obras y seducciones para que Dios pueda liberarlo de todo pecado y culpa.
Realizar una triple profesión de fe, creyendo en Dios Padre, en Dios Hijo Y en Dios Espíritu Santo, para que Dios pueda darle nueva vida y hacerle hijo suyo.

Tanto la renuncia como la profesión de fe, ciertamente no puede hacerla personalmente cuando quien se bautiza es un niño, por eso los padres y los padrinos lo hacen en su nombre, y además se comprometen a guardar y a cultivar esa nueva vida que brota del amor de Dios. Los padres y padrinos deberán esforzarse en educarle en la fe con su palabra y con su ejemplo, de tal manera que esta vida divina quede preservada del pecado y crezca en ellos de día en día.

Confirmado, una vez más, el deseo de recibir el bautismo en la fe de la Iglesia que acaba de profesar, el celebrante procede al rito del bautismo, diciéndole al bautizado por su nombre:

"yo te bautizo en el nombre del Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo", al mismo tiempo que le derrama por tres veces el agua sobre su cabeza. El bautismo se puede realiza, también, por inmersión. Un detalle; al final de la fórmula no se dice "Amén"; "amen" indica un deseo, una súplica, de que así se cumpla, así sea. Pero las palabras del bautismo son eficaces, el pecado queda borrado y la gracia se derrama automáticamente; no cabe ya ningún deseo ni súplica.

Acto seguido del bautismo, sigue un rito de la mayor importancia, que tiene la mayor trascendencia. Se unge con el Santo Crisma al nuevo cristiano. La unción es un llamado, una consagración. Se unge a los reyes, se unge a los sacerdotes, se ungía a los profetas y se ungen también las iglesias que van a ser consagradas. El celebrante unge en la coronilla del bautizado y dice:

"Dios todopoderoso, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que os ha liberado del pecado y dado nueva vida por el agua y el Espíritu Santo, os consagre con el Crisma de la salvación para que entréis a formar parte de su pueblo y seáis para siempre miembros de Cristo, sacerdote, profeta y rey. Amén".

¡Cómo no celebrar con júbilo, cada día, la vivencia de nuestra consagración formando parte del pueblo de Cristo e injertados para siempre como miembros del cuerpo de Cristo! ¡Cómo no recordar cada día nuestra dignidad!

Viene a continuación tres ritos que son tres signos que manifiestan lo que ha sucedido en el bautizado.

Se le impone la vestidura blanca como signo de la dignidad del cristiano y para decirle que la conserve sin mancha hasta la vida eterna.
Se le entrega una vela encendida en el cirio Pascual (símbolo de Cristo) y se le dice: "Recibid la luz de Cristo". Caminad siempre como hijos de la luz.
El celebrante toca con el dedo pulgar los oídos y la boca del bautizado y le dice: "El Señor Jesús, que hizo oír a los sordos y hablar a los mudos, te conceda, a su tiempo, escuchar su Palabra y proclamar la fe, para alabanza y gloria de Dios Padre. Amén".

La alegría de todos los presentes en el acto se une a la alegría de recién bautizado. Ha recibido la dignidad de hijo de Dios y se une a todo el pueblo santo. Por ello es el momento en que todos juntos se pueden dirigir a Dios como Padre, con la oración del PADRE NUESTRO QUE ESTÁS EN LOS CIELOS...

Termina el rito del bautismo con la bendición del sacerdote. Bendice a las madres por el fruto de sus entrañas. Bendice a los padres para que, junto con sus esposas, sean los primeros que den testimonio de la fe ante sus hijos. Bendice a todos los presentes para que siempre y en todo lugar, sean miembros vivos del pueblo de Dios y que la paz reine en sus corazones.

Y finalmente dice:

"La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre vosotros. Amén."

Para terminar hay que añadir que el bautismo, al mismo tiempo que es una sanación integral del hombre principalmente a nivel espiritual, realiza también sanación física en muchos casos. "Si es capaz de sanar de raíz el mal del hombre, ¿cómo no será eficaz para curar toda otra consecuencia como la enfermedad?" El P. Darío Betancourt, en su libro "Fuentes de Sanación" cita varios casos en los cuales, los niños estando enfermos y sin esperanzas, recibido el bautismo "in extremis", se recuperaron y se salvaron.